sábado, 15 de diciembre de 2012

Pero sobretodo esta noche.

Ven, abrázame, hazme sentir que las pesadillas de mi cabeza son sólo eso, pesadillas. Ven, abrázame, haz que mi corazón vuelva a latir de manera ordenada, sin acelerar y frenar en seco cuando le venga en gana. Ven, por favor, ven y abrázame, porque esta noche está siendo muy larga y sólo acaba de empezar. Ven... ven y abrázame, por favor, abrázame, te lo suplico. Abrázame fuerte, necesito saber que estás a mi lado, que no te vas a volver a marchar, quédate conmigo, y hazme fuerte, resistente. 

Sonríeme cuando las cosas se pongan feas, cuando menos me lo merezca, cuando me convierta en un terca y cabezota que no atiende a razones, por que será cuando realmente lo necesite. Hazme sonreír cuando esté enfadada, cuando me equivoque, cuando me sienta defraudada conmigo misma, cuando palpes mi tristeza, pero sobretodo esta noche.

Ámame, siempre. Sin medida, sin horarios y sin ningún tipo de peros. Ámame cuando esté decaida, cuando sonría, cuando mi felicidad te inunde a ti también, y cuando ni yo misma me soporte. Ámame hoy, mañana y pasado, pero sobretodo ámame esta noche. Ámame sin explicaciones, sin disculpas, sin interrumpciones. Todo lo que necesito es que me ames... con amor. Con amor, con tu amor, pero sobretodo esta noche.

viernes, 12 de octubre de 2012

Carta a una mami un poco cabezota.

De pequeños nos preguntan que qué queremos ser de mayores y contestamos cosas como cantante, bailarina, veterinaria... A medida que vamos creciendo continúa esa misma pregunta y, a veces, mantenemos nuestras ideas, pero otras veces las respuestas son totalmente opuestas a nuestras primeras opciones.

Con respecto a mi sé que las cosas no han salido como lo esperaba, sin duda alguna han sido tantos días, tantas horas… tantos momentos que me he parado a pensar cuál sería la mejor opción. Es posible que me equivoque en mi elección, pero mi decisión está tomada. Es probable que te decepcione, mamá, es muy probable, pero no puedo evitar elegir esto. 

No puedo más, no lo soporto. Erré al elegir un camino que no era apto para mí, lo siento, fue culpa mía y lo admito. Pero ahora me he dado cuenta de que esto no está hecho a mi medida, no está hecho para mí. No me queda grande, ni pequeño, sencillamente pienso que no nos sincronizamos, no nos ponemos de acuerdo y eso me reconcome los sesos. No nos amoldamos, no me adapto y me cuesta no llorar cuando pienso en ello, en cómo me siento y en cómo te estoy decepcionando, mamá. Sé que lo estoy haciendo, sé que te estoy haciendo daño, te estoy defraudando y esto no me gusta, pero yo sería un fraude si fingiese estar agusto en un mundo que no es el mío. Hay demasiadas situaciones incómodas, demasiadas obligaciones y demasiadas palabras que debes decir por cumplir, cómo para ser una más. No quiero formar parte de algo que no me pertenece y a lo que no pertenezco, algún día no tendrán que preguntarme lo que quiero porque sencillamente lo sabré y no tendré que adivinarlo.  

Cada uno de nosotros es una pieza que debe encajar en su correspondiente puzzle, y yo… yo he estado tan perdida que me he equivocado de lugar, pero de los errores se aprende. A veces nos hace falta caer para saber cómo debemos levantarnos, a veces nos hace falta escuchar una palabra de más para aprender a valorar un silencio. Por eso espero que valores mis palabras y mi sinceridad. Espero que valores mi valor al decirte esto, sobretodo porque te conozco y sé que la primera palabra que saldrá de tu boca será un grito. Por favor, relájate, párate a pensar, ponte en mi lugar y recapacita. No es el fin del mundo, sólo te pido una oportunidad para volver a mi camino, una nueva oportunidad para saber a que puzzle pertenece mi pieza, para encontrar mi lugar, para poder ser feliz. 

No la descuides, cuídala.

Se había despertado pronto esa mañana, adelántandose al sonido del despertador que tanto odiaba. La noche había transcurrido tranquila, y por suerte, las pesadillas habían cesado. Eran mediados de Octubre, pero el frío y la soledad, convertían aquella casa en pleno invierno. Había amanecido extrañamente contenta, pese a los fatídicos días, previos a este, que la habían desbordado. Amaneció sonriente, con ese brillo en los ojos que pocos conocían, y que otros tantos, habían olvidado. Se la veía aparentemente feliz, más relajada e incluso más bonita que el resto de los días. Aquello era mágico.

Rápidamente se puso en marcha, ordenó su cuarto, recogió el desastre en que se había convertido su casa y guardó un par de cosas indispensables y necesarias en una pequeña maleta. La colocó junto a la puerta de la entrada, y cuando, al fin, terminó, se preparó una taza de café muy caliente, se colocó frente a la ventana, y mientras observaba como la lluvia inundaba la mañana con su fragancia, escribió esta carta.


"Por primera vez después de varias semanas, me siento renovada, como si durante la noche alguien hubiese cambiado mi mecanismo interior y lo hubiese recubierto con titanio. Me siento viva, con fuerzas y tengo la sensación de que la tormenta ya ha pasado, y de que nunca más volverá a llover de ese modo tan destructivo.

Me harté de ti y de tus cambios de humor, de que para mi solo quedasen las malas caras, porque tus sonrisas ya se las habías regalado a otras. Me cansé de los gritos, de las peleas, de tus borracheras, y también de tener siempre la culpa, incluso de medir mis palabras para que no te enfadases más conmigo. Me aburrí de esperarte, de hacerme la tonta, de fingir que me creía tus mentiras, aún sabiendo que no estabas trabajando, sino trabajándote a otra. Me manejaste a tu antojo todo el tiempo, me manipulaste, y yo me dejaba cegar por tus compensaciones materiales, que valían incluso menos de lo que vales tú. Para ti nunca era suficiente, pero ahora veo claro que te dí de mi todo aquello que tú no te merecías y que nunca merecerás, como mi incondicional amor, del cuál te aprovechaste y te burlaste en tantas ocasiones. Me hiciste creer que tú habías sido mi salvación, mi única opción, y que de no ser por ti mi vida habría sido un infierno, cuando, en realidad, tú fuiste quién convirtió mi existencia en aquel infierno del que tanto hablabas.

La casa es tuya, yo no la quiero, por que por mucho que en ella estén la mayor parte de mis pertenecias, este no es mi hogar. Tal vez algún día, en un tiempo muy lejano, lo fue, pero no volverá a serlo, por lo que prefiero que te quedes tú con todo lo que hay aquí dentro. Véndelo, quédatelo o tirálo a la basura, a mi ya no me importa. Atrás queda un pasado dispuesto a ser borrado, y un futuro preparado para ser vivido intensamente.

Por último, no me busques, no intentes contactar conmigo, no me interesan tus reclamos, ni tus quejas, y tampoco voy a regresar."



De lo que no se había dado cuenta era de que a medida que escribía la lluvía iba amainando, las nubes fueron desapareciendo, y finalmente, salío el Sol. Depositó la carta en un sobre, y la dejó sobre la mesa de la cocina, después cogió su maleta, cruzo el umbral de la puerta, y desapareció. Irradiaba felicidad, se la veía relajada, y estaba más bonita que nunca.

viernes, 5 de octubre de 2012

Feliz cumpleaños.

Si, a ti, mi niña, muchísimas felicidades. Sé que no eres convencional, y que no dedicarás gran parte del día, tal vez nada de tiempo, a responder felicitaciones de cumpleaños, y yo juego con ventaja. No recibiré respuesta, puesto que tú no vas a leer esto. Y como siempre digo, me alegro. Yo te envío todas mis fuerzas y mis buenos deseos, y ellos llegan a ti en silencio, sin interrumpir tu vida, sin provocar incomodidad en ti, sin producir cambios. 

¿Sabes? Hace unas semanas perdí algo que era muy importante para mi, algo que era tuyo y mio, algo en lo que tu voz sonaba a cada segundo. Lo siento, si volviese atrás no me desharía de ello, fui un poco ingenua, y cada vez tengo menos de ti, perdóname, por favor. Otras personas lo verían tan sólo como un pedacito de metal y tecnología que tan sólo sirve para añadir canciones, pero en cambio... para mi era algo más que un millón de recuerdos.

Enfádate conmigo, he vuelto a hacerlo, es tu día y yo vuelvo a hablar de mi, que egocéntrica, ¿verdad? Discúlpame por eso también, pero es que no te imaginas cuanto odio esta distancia definitiva que se ha creado entre las dos. A veces te sueño y no me creo que al despertar volvamos a ser dos extrañas que tanto tiempo se quisieron como auténticas almas gemelas totalmente opuestas. No me hago a la idea de que te hayas ido para siempre, no me entra en la cabeza.

Aún así, y pese a todo, tú siempre serás las canciones que suenan más alto en mis oídos, siempre. Y te voy a querer siempre por lo que has sido, y por lo que hoy en día sigues significando para mí. 
 

jueves, 20 de septiembre de 2012

Vitalidad, felicidad.

¡Adiós a las promesas! ¡Déjate de palabras cuando no tienes palabra! No quiero quedar a medias con la tinta, asi que no emplees más saliva en mi, estoy corta de papel, y ya nada me afecta como antes. Ya no soy aquel flan blandito y esponjoso que se asemejaba a la gelatina, inestable y moldeable, completamente manejable. Ahora incluso el aire me sabe a algodón de azúcar, y me siento como si estuviese saboreando un pedacito de la nube en la que me siento a escucharme, cuando todos hablan, y desciendo su volumen, aumentando progresivamente el de mi voz interna.

¡Adiós a las historias de Disney! ¡Déjate de príncipes, princesas y unicornios! La reina de mi reino no necesita dulces, ni tartas de fresa tridimensionales con mucha nata, no necesita escudos, ni hadas madrinas que cuiden de ella. La protagonista de mi cuento viste vaqueros y sudaderas, no deja que la ordenen, y es terca y ordenada dentro del caos de su universo. Ella no pide más de lo que puede ofrecer, y sueña sobre su nube, a sabiendas de que los sueños, sueños son. Desciende a la Tierra, pone los pies sobre ella, y lucha por que se hagan realidad.

sábado, 8 de septiembre de 2012

Rendirse nunca es una opción.

La corriente se había llevado gran parte de sus fuerzas, y aquella agua dulce se entremezclaba con el agridulce sabor de su sangre dejándole el sentido del olfato hecho trizas. Apestaba a fracaso, a sueños rotos y a heridas que aún no habían cesado de supurar. No hacía frío, ni calor, no era de día, y tampoco de noche, al menos en el punto geográfico en el que se situaba su cuerpo, que no el resto de ella, puesto que su reloj se había parado tras la última luna llena que se había atrevido a empalarle el corazón a traición, sin anestesia, ni aviso previo. A eso me refiero con su cuerpo, su cuerpo estaba allí, anclado a la tierra que también lo sostenía, sin poder levantar un palmo los pies del suelo, inerte y desamparado a expensas de... nada, de absolutamente nada.

La parte de ella que había conseguido salir de su cuerpo era la encargada de buscar alternativas y soluciones. Era obvio que necesitaba cambios, la vida no había sido un lugar dulce y acogedor para habitar, pero rendirse no es nunca una opción, aunque era la tarea que llevaba a cabo su cuerpo, y cerca estaba de lograr finalizarla.

Dos estados totalmente opuestos frente a dos decisiones contrarias. Quedarse allí y morir, o tratar de concienciar a aquel apagado metro y medio de vida, de que si seguía así, no habría solución ni salida. Su espíritu libre y soñador, se decantó por la segunda, y silenció a su cuerpo cansado y triste, para robarle de sus pensamientos la idea de rendirse. 

jueves, 6 de septiembre de 2012

¿Conseguiremos ser felices eternamente?

Me empapé de mí, hice oídos sordos a los mensajes subliminales que me enviaba la ciudad y me concentré en buscar el equilibrio entre mi cuerpo y mi mente. Viajaba sin rumbo, pero con absoluta certeza de que fuese cual fuese el camino que tomase, sería el correcto. No seguía ningún tipo de pauta, ni pensaba mucho en qué dirección seguir, tan sólo sentía todo aquello que me rodeaba más intensamente que nunca, y frente a mis sentidos, ningún tipo de señal, aviso o consejo, iba a hacer que cambiase de opinión. Escuche lo que mi piel me contaba entre respigos, y entre latidos deduje varias sensaciones que quiso hacerme llegar mi corazón, y así, sin poner en funcionamiento la parte más racional de mi cuerpo, le proporcioné la serenidad que necesitaba. No se trataba de hacer lo más sensato a largo plazo, sino de conseguir que cada momento fuese único e irrepetible, sin trabas, ni jeroglíficos imposibles de descifrar, y sin mirar más allá de lo que hoy nos hace felices. No más búsquedas forzadas de la felicidad, he comprobado que ella aparece justo cuando te propones que nada vacío de sentimiento conseguirá ponerte triste o te hará pensar que tu felicidad no merece la pena. Yo he decido que voy a ser feliz, y tú... ¿te atreverías a intentar ser feliz "eternamente"?

domingo, 26 de agosto de 2012

Cuestión de no cuestionarse el por qué.

Reconozco que existen personas a las que he escrito en numerosas ocasiones, incluso en exceso, frente a personas a las que nunca les he dedicado muchas palabras, quizás ningunas. No es cuestión de sentimiento, ni de importancia, para mi es la facilidad de evocación de las palabras y la dificultad de describir mis sensaciones y a la propia persona, lo que permite a mis dedos moverse con mayor o menor destreza sobre el teclado. También las circunstancias, y las reacciones que pueda tener la otra persona frente a ellas.

Las palabras no pueden definir, ni describir el total de una persona, ni tan siquiera la mayor parte de esta, pero si bien es cierto que en parte, si sientes verdaderamente lo que narras, lo consigues. No debemos tener en cuenta únicamente el punto de vista de los sentimientos, lo que quiere decir que no podemos olvidarnos de hablar con objetividad en todo momento, puesto que el amor, la amistad y los lazos familiares, en ocasiones, se colocan sobre nuestros ojos en forma de venda, obstruyéndonos parcialmente o en su totalidad el campo de visión.

Mis lágrimas y el frío son los culpables, haciendo constante uso de mis recuerdos. Ellos me incitan a escribir, y cuando no lloro, si los otros dos requisitos se cumplen, escribo, y las lágrimas comienzan caer y a deslizarse sobre mi piel, acompañando a la canción que suena de fondo para que no se sienta sola, o haciendo menos doloroso el silencio que se empeña en inundar cada centímetro cuadrado de mi habitación.

Pero ahí no acaba todo, no sólo escribo entonces, ni sólo lo hago sobre el papel, o tecleando sus características, sus particulares formas de caminar, sus defectos o las diferencias abismales entre unos y otros. A veces no me apetece hacerlo, porque dentro de mi están mejor cobijadas sus descripciones, y todas y cada de una de sus ilustraciones. A veces no quiero que el papel o la pantalla difuminen lo que siento cuando me hablan, cuando me miran, o cuando respiran el mismo aire que el mío, o otro completamente diferente a más de mil kilómetros de mi espalda. A veces no quiero pensar en ellos, no quiero que vuelva el frío, ni los recuerdos empapados en lágrimas. A veces quiero estar sola, que no esteís, que no me molestéis, y que no os molestéis en entenderme.


Suena y, automáticamente, pienso en ti, o tal vez, lo que ocurre es que pienso en ti, y mi subconsciente se convierte en aliado de las yemas de mis dedos, y ambos, te buscan hasta que te encuentran. Pero lo que es una realidad, es que pienso en ti, y ahora, este Agosto, mi cabeza te piensa más, y mi corazón te siente lejos y cerca al mismo tiempo, a la misma vez, al ritmo que suena la canción, en la que descansa, sobre cada nota, tu recuerdo.

Te hablo de Agosto, porque antes, no quería hablar de ti, intentaba no hacerlo, y ya entiendo el por qué. No se hablar de ti en pasado, si de nuestros recuerdos, pero no de ti, no de nosotras como núcleo, como un único corazón bipersonal. Eres mi niña, mi amiga, mi aún amiga. Échale la culpa a mis palabras, que no son correctas, que se equivocan, pero entiéndelas, desean que sea una realidad lo que cuentan. Te describen, yo te imagino y sonrío, y tú me devuelves la sonrisa, a pesar de que lo que yo recibo a modo de una sonrisa nueva, es tan sólo una diapositiva de una de aquellas que tú me regalaste en un pasado, que aunque no tan lejano, parece haberse transformado en un millón de años. 

Ahora suena Forever (irónico, ¿verdad?). Adverbio de tiempo que no consigue fusionarnos junto a su esencia. Suena la voz de tu marido, y escucho tu voz recordándomelo, y la mía contradiciéndote. Se escuchan nuestras risas de fondo, y poco a poco, van dejando paso a los silencios... Y allí es donde tú y yo nos separamos. Dos, ya no una.

martes, 24 de julio de 2012

Turbulencias.

Estoy enfadada, lo siento, ahora mismo estoy muy enfadada. Estoy enfadada conmigo misma, y no lo puedo evitar. Me rabia ver nuestras fotos, y lo felices que éramos juntas, y lo triste que me siento ahora, y tantas otras veces. Me alegra ver vuestra felicidad, me alegra de verdad, pero me entristece el darme cuenta que no formo parte de ella. Estoy enfadada conmigo misma porque no soy capaz de deciros a la cara lo mucho que os echo de menos, ni tan siquiera a través de una pantalla, o por medio de un teléfono. No puedo escuchar vuestras voces sin llorar, y tampoco ver mentalmente todos nuestros recuerdos sin sentir dentro de mi esa asquerosa nostalgia que se apodera de mi y no me quiere soltar. Me enfado continuamente imaginando como sería mi día a día si vosotras estuvieses nuevamente aquí, conmigo, contagiándome vuestra sonrisa, poniendo mi vida patas arriba, y quedándoos junto a mi para re-ordenarlo todo antes de que mi corazón se maree. Estoy enfadada porque me encanta mi vida, pero faltáis vosotras, y nadie cubre el hueco que habéis dejado. Me enfado por que han pasado muchas cosas nuevas desde que os fuisteis y me encantaría que pudieses sentaros frente a mi para poder contaros todo al detalle. Me cabrea esta situación y no escuchar vuestras opuestas voces contándome cualquier cosa, a todas horas, llenándome de gritos, de risas, e incluso de lloros y enfados tontos. Estoy enfadada porque no puedo beber mis penas con vosotras, porque vosotras sois sus dueñas, y brindo yo sola, rezándole al whisky para que regreséis, aunque ya sabéis que soy atea, y que el alcohol no hace milagros, aunque quisiera.

Tiene que haber de todo en el mundo.

La vida no es una comedia americana, vosotros sois hipócritas y vuestra vida se basa en despotricar sobre aquellos a los que regaláis sonrisas cuando os viene en gana, o mejor dicho, cuando os conviene. Vosotros que os creéis protagonistas de un show hollywoodense y no sois más que intentos fallidos y copias baratas, sin validez alguna, de alguien que en su día si fue real. Vosotros y vosotras que sois capaz de apuñalaros unos a otros las espaldas y no os preocupa más que vuestra propia supervivencia, sin preocuparos de cuantas torres y peones caen a vuestro paso. Colectivo de personas que se crecen cuando ven que aquel a quién considera contrincante saca la bandera blanca a relucir. Banco de peces sin escamas y sin aletas, con careta y sin consideración alguna por el prójimo. Vosotros que presumís precisamente de aquello de lo que vuestra existencia carece, personalidad inexistente y cerebro dispuesto a revisión. Vosotros que jugáis con los sentimientos de las personas a las que tratáis como muñecos sin vida, mientras pretendéis que cualquiera que se os acerque no os mire por encima del hombro y os respete, cuando con vuestra actitud lo menos que merecéis es respeto alguno. Pedir, recibir, y no ofrecer a cambio más que palabras déspotas y desagradables. Recibir lo anteriormente pedido, y pagar con la moneda de la falsa humildad. 


- Gracias, muchas gracias, eres un encanto, si necesitas algo ya sabes donde encontrarme. - dicen con una sonrisa.


A lo que le sigue hacer oídos sordos y huir lejos cuando esa otra persona necesita de vosotros. Hipócritas sin escrúpulos, pero con muchos clones como acompañantes durante vuestra triste estancia en este mundo. Triste existencia a mi forma de ver las cosas que, en cambio, a vosotros os resulta excitante cuando de hundir al otro se trata. "Tiene que haber de todo en el mundo", y me alegro de no formar parte de ese colectivo.

Contigo (sin ti) a dos calles de mi casa.

- Perdona, ¿nos conocemos? - le preguntó a sus ojos cuando de casualidad se cruzaron.

Lo extraño es que si se conocían, pero esto no era un reencuentro, sino una segunda oportunidad de conocerse, y eso no le gustaba tanto. Había empleado varios años de su vida en conocer a fondo a la desconocida que ahora mismo tenía frente a ella, y lejos de parecerle interesante, la idea de empezar de nuevo le parecía inútil, y en su cabeza se proclamó una negativa colectiva de todos los recuerdos que componían su memoria. Ella se reflejaba en aquellos ojos que tiempo atrás le contaban todos sus miedos y secretos sin necesidad de pronunciar una sola palabra.

- Cuánto tiempo, ¿no? - Se atrevió a pronunciar la desconocida al atisbar que ella no era capaz de decir nada. - Estás muy guapa - continuó diciendo. - Parece que hayan pasado años, estás diferente, ¿qué tal te trata la vida? Hace tiempo que no hablamos - concluyó. 

Ella permaneció callada, observándola, incapaz de contestarle para decirle que no era ella la que había cambiado, que tan solo había intentando retomar su vida con normalidad, pero sin su presencia, y que, en realidad, lo único en lo que pensaba en esos instantes era en abrazarla para que sintiese cuanto la había echado de menos. 

Pero no lo hizo, no le respondió, bajó la mirada, se dio medio vuelta y echó a andar. La desconocida gritó su nombre, pero ella no se giró. Se dio cuenta de que las cosas realmente habían cambiado, si continuase siendo la misma persona que ella conoció no la llamaría por su nombre, únicamente estando enfadada podría escaparsele, pero ellas tenían su forma de llamarse, de identificarse y de diferenciarse del resto, pero no, había escuchado bien, la había llamado por su nombre. 

- ¿En quién se ha convertido? - susurró para el cuello de su camisa. - ¿Dónde está mi amiga?- se preguntaba una y otra vez. - Tal vez nunca fue lo que yo conocí, quizás la obligué a ser quién no era... Tal vez ahora sea más feliz, quizás sea mejor así... - se repetía a si misma mientras se alejaba más y más de quién, durante mucho tiempo, había sido la parte que la complementaba.

lunes, 23 de julio de 2012

No lo olvides nunca.

Se me olvidó decirle cada día lo guapa que estaba recién levantada. Se me olvidó, en muchas ocasiones, secarle las lágrimas mientras lloraba. Se me olvidó que, sin ella, la vida no era tan bonita, ni se le asomaba. Se me olvidó que le había hecho numerosas promesas y que, desoyendo a mi memoria, realizaba todo lo contrario a lo acordado con ella. Se me olvidó que los humanos cometemos errores, y que por perfecta que ella fuese para mi, ante todo, era humana. Se me olvidó abrazarla cuando tenía frío, porque mientras ella tiritaba, yo cobijaba otro corazón, que a diferencia del suyo, estaba vacío de sentimientos. Se me olvidó, en tantos momentos, ser sincera a tiempo con ella, decirle la verdad, admitir mis fallos, aunque le costase perdonarme. Se me olvidó plasmar los momentos con ella, a sabiendas, de que algún día ella se iría, y no estaría ahí para recordármelos con su sonrisa como principal diapositiva de cada historia. Se me olvidaron sus besos, mientras robaba besos en otras bocas, y desperdicié mi saliva, habiendo podido utilizarla en palabras sobre sus oídos. Se me olvidó que ella no estaría siempre ahí, y que algún día se cansaría de mi. Se me olvidaron mis virtudes, y potencié mis defectos, hasta conseguir que mis cosas buenas quedasen reducidas a cenizas. Se me olvidaron sus manos y el amor con que me tocaban, mientras yo, estúpida e inconformista me dediqué a acariciar cuerpos que no tenían alma. Se me olvidó que mi carácter de mierda iba a alejar de mi su incondicional dulzura, y que su melena ondearía lejos, como muestra de su libertad. Se me olvidó que no siempre tengo la razón, ni tampoco ella, pero que muchas veces se la negué aún sabiendo que ella estaba en lo cierto. Se me olvidó pintar de colores su cuarto, y a cambio de eso, le llené la existencia de numerosos matices de un gris muy feo, que nada tiene que ver con el color de sus ojos. Se me olvidó que su vida no giraba en torno a la mía, y que aunque en algún momento de su existencia yo fuese su Sol, por mi culpa yo había conseguido que su órbita se alejase a pasos agigantados de mi. Se me olvidó que ella era la única estrella que brillaba en mi firmamento, sin embargo, yo me quedaba absorta observando pequeñas partículas de polvo que no eran más que basura espacial. Se me olvidaron sus caricias, sus sonrisas de buenos días, y su pelo alborotado nada más levantarse. Se me olvidó como olía su piel, aunque conocía su perfume de memoria, y, tonta de mi, lo cambié por uno barato. Se me olvidó el tono de su voz, y todas y cada una de sus palabras de amor, mientras me enredaba en las piernas de otra, otra que no era ella. Se me olvidó que las oportunidades debemos merecérnoslas, que no se regalan, no se compran, ni  tampoco se venden. Se me olvidó que, cada mañana, era ella la que me daba los buenos días, y que también era ella la que, aún sin tenerme a su lado, velaba por mi y me deseaba las más dulces noches. Se me olvidó que el amor, como las oportunidades, tampoco se compra, ni se vende, y que ella me había abierto su corazón, para cuidarme y protegerme, dándome así el suyo, sin pedir nada a cambio, aun sabiendo que todo lo que pudiese pedir, se lo merecía. Se me olvidó admirar sus logros, reír con ella cuando me contaba todas aquellas diminutas cosas que la hacían feliz. Se me olvidó abrazarla fuerte cuando despertaba sobresaltada después de otra de sus pesadillas, y cuando, entre lágrimas, me confesaba todos sus miedos. Se me olvidó que yo podía convertirme en un monstruo, y que esa era una de las pocas cosas que ella no se merecía. Se me olvidó contar hasta cien cuando me enfadaba y ella estaba cerca, aguantando mis peores días, mi mal humor, y mi actitud déspota y malagradecida. Se me olvidó que yo soy la única culpable de las consecuencias de mis actos, y que debo ser consecuente con mis palabras, y ponerlas en marcha con hechos. Se me olvidó que no puedo prometer aquello que se de antemano que no voy a cumplir, aunque eso la vaya a hacer sonreír por unos instantes. Se me olvidaron las cosas que ella hizo por mi, y continúe haciendo más por mi, y menos por ella, aunque, al final, al no luchar por ella, yo también me perdí. Se me olvidó que como ella no encontraría a otra, y tampoco lo intentaría. Se me olvidaron los sueños que juntas habíamos soñado, y que terminaron por ser escombros de lo que tendría que haber sido un enorme palacio, con espejos y cristaleras donde ella pudiese reflejar su belleza. Se me olvidó que mis temores no eran nada comparados con los suyos, y que muchas de sus pesadillas las habían avivado mis erróneas acciones. Se me olvidó que mis manos, únicamente, debían ser instrumentos para mimarla y que mi voz era la clave para transformar sus estados de ánimo. Se me olvidó estar cuando ella me necesitaba.

martes, 17 de julio de 2012

Si yo fuera Dios.


Si yo fuera Dios crearía un solo color de piel, tal vez una sola raza, sin diferencias evidentes y excluyentes. Si yo fuera Dios haría que los corazones de las personas no fuesen tan egoístas, borraría el prefijo sub.- y las palabras menos y peor del diccionario, en caso de que tratasen rechazar a otro por el simple motivo de ser diferente.

Si yo fuera Dios no dejaría que una persona fuese capaz de vender a otra persona o a sí misma, no permitiría que nadie acabase con la vida de otro ser. No me perdonaría que un corazón dejase de latir simplemente porque está cansado de seguir luchando.

Si yo fuera Dios aconsejaría a la gente que mirase hacia delante y no hacia atrás, aunque recordar complementa la vida, pero no la sustenta. No me permitiría que viviesen tachando días en el calendario, les daría motivos para que anhelasen despertarse a la mañana siguiente, fuerza frente a las depresiones y una mano firme para sujetarles cuando insisten en no apartar las piedras del camino, y tropiezan una y otra vez en la misma, sin preocuparse un sólo instante por su entereza. 

Si yo fuera Dios adaptaría la persona de "Robin Hood" a mi persona, actuaría a su imagen y semejanza, con algunas modificaciones, y no me arrepentiría de mis actos. Entregaría lo que a ciertas personas les sobra a aquellos a quienes les falta y realmente lo necesitan. Les regalaría mas infancia a los niños y mas inocencia a los adultos, más paciencia, menos rabia…

Si yo fuera Dios daría imágenes a los invidentes, daría manos a los que no las tienen, daría sueños, daría emociones... Haría llegar a cada persona lo más tierno de la vida, cada uno de los sentidos que  el ser humano tiene... las caricias de una madre, los consejos sabios de una abuela, las risas inocentes del nuevo miembro de la familia, el apoyo incondicional, ese amor sin límites… daría todo sin esperar recibir nada a cambio.

Si yo fuera Dios pondría más colores en el arco iris y más estrellas en el cielo. Enseñaría lo que es amar, y permitiría a todos y cada uno de ellos que disfrutasen de lo que es amar y ser amado. Les entregaría miradas cómplices, sonrisas de esas que desbordan los corazones, silencios que no necesitan palabras y lágrimas que caen de pura felicidad en el alma.

Si yo fuera Dios no dejaría que un corazón roto sufriese por el hecho de que otro corazón ha dejado de latir por él, regalaría tiritas y puntos de sutura para las heridas, haciéndoles ver que tras los rotos, están las lecciones aprendidas y otros corazones dignos de reconquistar el suyo.

Y en caso de ser Dios y dejar de serlo, no me perdería un segundo de mi vida, no desaprovecharía ninguna oportunidad de ser feliz, no dudaría en lanzarme a un abismo con tal de sonreír. Ayudaría con todo aquello que estuviese en mi mano a mi amigo, a mi enemigo… Daría todo, todo lo que tengo de mí.


Trabajo para clase de Religión, 2009.
Adaptación, 2012.

miércoles, 11 de julio de 2012

Te echo de menos.

Ah sí, hola, ¿estás aquí?, ¿me recibes?
Te echo de menos.

No lo estás leyendo, ¿verdad?
Creo que nunca has entrado aquí, por consiguiente creo que nada conseguirá que ahora lo hagas, sólo habría una forma de que entrases aquí, una única posibilidad de que me leyeses, pero no, no lo haré. 

Mejor así, ¿no crees?
Yo escribo cuánto te echo de menos y tú no haces un parón en tu vida para leer mis sentimientos. Pienso que a pesar de que mi corazón grite muchas veces tu nombre, hago bien en ponerle en modo silencio, para así actuar pensando en lo que será mejor para ti.

No me considero tóxica, no dramaticemos, ni tergiversemos, la palabra que describe nuestra situación es necesaria, se basa en la supervivencia, en la comunicación, la comodidad, y sobretodo en la necesidad, y yo ya no te hago falta, por lo que no golpearé tu puerta anhelando que me dejes entrar nuevamente en tu vida, tan sólo en algunos sueños lo intento.

Te echo de menos, ¿lo entiendes?
Te echo mucho de menos, llámame loca.
Tú no lees esto y yo te hablo como si me escuchases, como si al pasar de borrador a publicación tú fueses la primera en leer las palabras que, sin duda alguna, van dedicadas a ti. Y no va a ser así. Tú seguirás ocho pisos por encima de mi, sin saber lo que escribo, sin conocer una aproximación de lo que constantemente te necesito.

Han pasado los meses, y seguimos en el mismo punto geográfico en el que nos separan físicamente menos de dos canciones. De tu casa a la mía, de la mía a tus recuerdos, porque los que estaban aquí, te los llevaste. Los físicos, claro, de los otros se encarga mi memoria, aunque ya sabes que es torpe y falla, pero te recuerda. Te recuerdo, te recuerda, y juntas te recordamos, aquí, donde escribo, allí, donde cocino, como y veo la televisión, pero sin ti.

Te echo de menos.
Y te lo repito.

Te echo de menos.
Aunque no me leas, aunque no necesites leerlo, aunque no lo entiendas, pero en el fondo, si te paras a pensar en mi, lo sepas.

Te echo de menos.
y es que... te echo de menos.

jueves, 7 de junio de 2012

Lecturas de-mentes.

Me encantaría saber qué y cómo piensan las personas. Conocer los pensamientos y sensaciones que viajan a toda velocidad por sus mentes después de una tarde a mi lado, o de una simple mirada que, por casualidad o por deseo, cruzamos. Me intrigan los pensamientos del resto del mundo, aunque no los del mundo por completo, ni solamente aquellos que tienen el punto de conexión en mi persona.

Nunca he tenido un superhéroe favorito, ni tampoco una heroína, aunque muchas otras drogas se hayan hecho difíciles de apartar del cauce por el que discurre de mi vida. No he deseado, o al menos que yo recuerde, el tener tanta fuerza como Hulk, o telarañas para desplazarme como Spiderman, pero me encantaría poder leer la mente de aquel que yo pienso que tiene guardado para mi algo que puede sorprenderme o asombrarme. Me encantaría poder adentrarme en cada uno de sus pensamientos, haciéndome diminuta a la par de silenciosa, para no provocar desórdenes innecesarios, y me sentaría en un rincón a escuchar atentamente todo lo que mis pequeños, pero curiosos oídos, pudiesen captar y desentrañar para mi.

Vivimos confiando en que todo aquello que las otras personas nos cuentan es cierto, aunque es posible que no sea, aunque tal vez nos estén mintiendo y nosotros ni tan siquiera nos demos cuenta. Nos alimentamos a base de deducciones, "quizás sea esto lo que en realidad esté pensando, quizás no". Quizás estemos continuamente engañados y, cegados por nuestra confianza, no sepamos que todo lo que esa persona nos dice no son más que falacias camufladas entre sonrisas y palabras bien sonantes que ronronean en nuestros oídos haciéndonos entre comillas más felices, aunque menos conscientes de la realidad.

En muchas ocasiones no podremos diferenciar las verdades de las mentiras, y de lo que estoy completamente segura es de que no tenemos medios para contrastar la verdad o la mentira de las palabras con los pensamientos ajenos, aunque me gustaría conseguirlo. La realidad queda en el aire, y sólo la propia persona puede conocer a la perfección la veracidad de sus palabras.

Las palabras se demuestran con hechos, pero muchos hechos quedan resumidos a fachadas que sólo sirven para mostrar aquello que se quiere dar a conocer, independientemente de que lo que se esconda tras ellas sea lo opuesto a lo mostrado. Será inevitable acabar confiando en alguna mentira, pero intentaremos ser precavidos, para no quedar atrapados en ellas.

Me encantaría saber qué y cómo piensan las personas, pero no puedo. Me encantaría saber que piensas tú mientras lees esto, pero aunque me lo digas, puedes estar mintiendo.

domingo, 3 de junio de 2012

Toma de decisiones.

Amoldé mis oídos a la frecuencia de la música que se dirigía hacía ellos, recogí mis piernas como sabía perfectamente que no debía hacer, y me situé frente al teclado. Repasé minuciosamente la trayectoria de mis últimos días y me paré a hacer un análisis exhaustivo de los hechos.

Mis pies tenían dudas, ¿cuál sería el camino que deberían tomar?, ¿podría alguien aconsejarlos para tomar una decisión? Mis manos temblorosas también dudaban, y por si algún casual erraban, como de costumbre, no querían hablar más de la cuenta, y, por consiguiente, callaban. Mi corazón frenético y desbocado, era incapaz de atender a las pocas razones que, descolocadas, mi mente le ofrecía. Razones desorbitadas que naufragaban fuera de la normalidad de algunos de sus anteriores pensamientos más racionales.

¿Determinaría esto en final de otra etapa?, y viéndolo desde la terraza opuesta, ¿querría esto decir que un nuevo comienzo estaría por llegar? Ambas dos perspectivas me aterraban y mi fuerte aversión a los cambios se hacía notar a través de gritos ahogados y mudos susurros que, por miedo a no ser bien recibidos, no conseguían desprenderse de mi para salir al exterior a proclamar cuán asustados estaban.

Yo también tenía miedo, pero eran más fuertes mis ganas de poder con ello, que las de huir de allí y no volver nunca más. "Recuerda que tienes que afrontar los problemas", resonaba en mi cabeza como si de un estribillo pegadizo se tratase. Tenía que afrontar los problemas, coger las riendas de mi pequeño caballo, y frente a frente encararme con mis dudas, para disiparlas, para hacerlas desaparecer. Tenía que tomar decisiones, aunque elegir, en algunos casos, no se me daba muy bien.  

¿Chicle de fresa o de menta?, ¿dormir con cojín o mejor sin él?, ¿un vasito de nestea o una tónica? Y las respuestas siempre serían las mismas. Sin embargo, no eran decisiones de ese calibre las que debía de tomar ahora, y así mi elección se tornaba difícil de determinar. Las cosas podían cambiar mucho, y ni tan siquiera yo conocía la magnitud de esos posibles cambios, lo que hacía que mis nervios se desorbitasen y vibrasen descontrolados hasta conseguir que todo mi cuerpo temblase.

Contuve mis lágrimas, y les pedí que, por favor, en esta ocasión no apareciesen, no harían más que empeorar las cosas. Ellas, por primera vez obedientes, volvieron a casa para no salir de ella hasta nuevo aviso, y me prestaron el espacio que necesitaba para cavilar y tomar conciencia de en lo que mi vida podría transformarse.  

Recapacité en silencio, sola y con gente, y también con varios tipos de música de fondo, intentando que esta me resolviese alguna de mis cuestiones. Respondí a algunas, otras las dejé en blanco, y alguna que otra se sucedió de tachones hasta quedar reducida a un pedacito de papel negro en el que no se entendía nada. 

¿Me estaría (des)entendiendo a mi misma?

viernes, 1 de junio de 2012

Cielo despejado.

La noche ha caído sobre mí, y, nuevamente, me ha pillado desprevenida. La Luna no ha salido, quizás esté triste, ¿debería ella fingir y salir a iluminar el cielo esta noche? 

Me siento vacía sin ella, porque lo cierto es que, querida Luna, hoy me haces falta, pero no estás allí arriba, ni aquí a mi lado para complementarme. No estás, por lo que no buscaré tu abrigo, aunque otras muchas noches me hayas cobijado en tu brillo, y yo, cristalina y desnuda como me suelo presentar a ti, te sonría, te llore, y te vuelva a sonreír.

El corazón se me ha vuelto a abrir, Luna, pero no ha sido mi culpa... Ese idiota siempre actúa a su antojo, y las tiritas que le hemos ido colocando no han dado buen resultado, se han ido despegando de él, al igual que los puntos de sutura se han ido descosiendo.

Tengo miedo, Luna, tengo mucho miedo. ¿Por qué todo se vuelve tan caótico cuando él queda reducido, nuevamente, a escombros? Algo está fallando, me estoy mareando. Aunque también tengo buenas noticias para nosotras... pero te las contaré más adelante, cuando estés aquí, Luna, cuando estés aquí, conmigo...

lunes, 28 de mayo de 2012

En cambio yo.

El Sol se mantiene brillante allá en lo alto, el viento continúa meciendo las ramas de los árboles más cercanos a mi ventana, en cambio yo, estoy aquí, escribiéndote. Las nubes han abandonado el cielo, el calor se ha apoderado de nuestra atmósfera, en cambio yo, estoy aquí, coleccionando momentos y rayitos de luz. La música que me acompaña armoniza el sonido que produce el dióxido de carbono al abandonar mis pulmones, el aire está lleno de recuerdos, en cambio yo, estoy aquí, intentando recordarme conjugada en tiempos verbales pasados. Los armarios y cajones de mi cuarto esconden secretos, mi memoria ha hecho mudanza de recuerdos, y ha trasladado al desván numerosas historias preparadas para coger polvo durante un tiempo, en cambio yo, estoy aquí, haciendo hueco para mis nuevas historias. Es primavera dentro y fuera de mi habitación, las flores están saliendo, las hojas ya no caen, en cambio yo, sigo desprendiéndome de las capas más erosionadas de mi piel. La música de fondo es ligera, el ritmo que las acompaña es armónico, en cambio yo, me siento en sintonía con el bombeo acelerado de mi corazón. Dicen que es tiempo de cambios, de borrones y de cuentas nuevas, en cambio yo, estoy aquí, sigo aquí, sonriéndole a la vida, por todas y cada una de las veces que ella no me ha sonreído.

lunes, 21 de mayo de 2012

Un día no tan cualquiera.

21 de Mayo de 2012, 14:06 del mediodía, suena "Safe & Sound" de Taylor Swift una vez más. La persiana de mi habitación ha ido descendiendo a medida que el Sol se ha ido escondiendo y el frío comienza a parasitar mis huesos. El reloj continúa marcando las horas, pero mi reloj interno se ha parado. Mi madre se preocupa por los lloros, y se enfada porque en cierto modo la desprecio, no quiero que me abrace, sólo quiero que lo hagas tú. Me quitas el permiso de ver el Blog que con tanto amor hiciste para mí, y no sé por qué extraña razón entro al Tuenti, y veo cómo se re-etiquetan en tus fotografías; me resulta estúpido, quizás porque la última vez que intenté entrar a tu perfil, la cuenta se mantenía cerrada al público. Serán casualidades. 

Hace hoy tres meses que comenzó oficialmente nuestra relación y hace cuatro horas que finalizó. Nunca se nos han dado bien los aniversarios, a excepción de ese 6 de Abril a tu lado que fue indescriptiblemente perfecto, pero eso no ha sido más que otro obstáculo que superar, y que con amor, superamos juntas. Siento el frío corriendo por encima y por debajo de mi piel, pero aún no llega a mi corazón, por lo que no consigo asimilar aún que es este el final de nuestra historia. 

Tras una ducha con "Safe & Sound" de fondo, me visto y voy a por Laura a la salida de su instituto, en mis oídos retumba "Lovesong - Adele" y "The one that got away - Katy Perry". Laura sale, me abraza, y yo intento desviar todo tipo de conversación a su terreno.

Llegamos a su casa, momento en el que te hablaría, para decirte que, nuevamente, he tenido que comer dos veces, y que en mi casa, el plato del día eran lentejas, si, lentejas... La madre de Laura me pregunta por mi, por el examen que, como bien sabes, no voy a realizar; y yo intento contener mis ganas de explicar todo lo que realmente pasa, solo le ofrezco unas pinceladas de mi situación y me cobijo en el cálido cuarto de Laura.

Nos colocamos frente al ordenador, en realidad, cuanto menos me hagan hablar, mejor, y Laura me comprende a la perfección; no me pide palabrería, solo presencia. Quiere tocar "The one that got away", y le pido que, por favor, no lo haga... así que, aunque el cambio no sea muy positivo, coloca las manos sobre la guitarra y toca "Desperate - Stanfour", que también huele a ti.

A las 18:10 es la hora de irse, Paula me espera al otro lado del puente, nos encontramos en un punto medio casualmente, y me abraza, aunque no lo hace nunca para recibirme. Sabe que hoy lo necesito, pero que, en su caso, también necesito sus palabras. La acompaño a hacer fotocopias, mientras me habla de sus aventuras, desatendiendo mi tema, haciendo, exactamente, lo que quiero que haga, sin necesidad de comunicárselo previamente.

Un batido para ella y McDonalds para mi. Intento que nuestra rutina no varíe por mi estado de ánimo, al fin y al cabo, ella no tiene la culpa de que, a cada paso que doy, te eche de menos. Me acomodo en las risas fáciles, en las anécdotas de Paula, y en mi lista de "metas a cumplir", aunque, al momento, me doy cuenta de que en esa lista también apareces tú e intento pensar en otra cosa.

Me acompaña a casa, nos encontramos con Gwen y con su novia, y son las historias de Paula las que llevan el hilo de la conversación, eso y su mini-viaje sobre el "juguete" de Gwen calle abajo. Al momento nos vamos, vuelvo a mi cuarto, pero no sola, y eso me reconforta.

Alrededor de dos horas discurren entre las cuatro paredes de mi habitación, con Paula sentada en la silla contigua a la mía, no haciendo nada especial, es cierto, pero sintiéndome tranquila, sin oportunidad de romper a llorar, porque se que detesta que lo haga, y yo detesto que se sienta mal al preocuparse por mi.

Algo más tarde de las nueve, Paula se va y yo la acompaño a la puerta, para saborear las últimas risas compartidas del día con ella, y después me siento frente al ordenador. Rescato conversaciones con personas con las que hacía mucho tiempo que no hablaba y con una persona con la que nunca antes había hablado, y eso me ameniza la noche, me hacen sentirme en casa, aunque el echarte de menos solo se difumine, no desaparezca.

viernes, 18 de mayo de 2012

Mientras te recuerdo.

Estoy aquí nuevamente, querida. 
Te escribo para contarte todas esas cosas que ya no puedo contarte... en silencio, sin interrupciones, sin intermediarios, sin que tú lo sepas.

Te escribo en silencio, y no porque no desee con todas mis fuerza escribirte, sino porque se que no me responderías, o al menos eso creo. Te escribo porque te echo de menos, y porque sé que más que tú nadie me entenderá, incluso aunque ellos me escuchen y tú ni tan siquiera me leas. Te narraré mis vivencias y te expresaré mis dudas, aunque no puedas alegrarte por mi, ni sacarme de la incertidumbre, pero te escribo, y eso me hace sentirte más cerca, aunque estés más lejos que nunca. 

Te escribo aunque preferiría abrazarte, pero hay cosas que ya no están a mi alcance. Te escribo y te escribo, aunque debo reconocerte que, en ocasiones, también te recuerdo, pero no te escribo. Te recuerdo mucho, y no me avergüenzo de ello, lo hago porque lo siento, y porque me resulta difícil vivir sin sentirte a mi lado. Te extraño, y no sólo a veces, sin embargo aunque me haya costado aceptarlo, he asimilado que nuestras vidas se han separado, y que ya no volveremos a complementarnos.

Siento haber sacado nuevamente el tema de nuestra separación, puesto que no venía a hablarte de nosotras, si no a desahogar contigo, como con nadie más puedo hacerlo. 

Estoy bien, mi niña... Lo siento por considerarte aún mi niña, pero mi corazón se niega rotundamente a mandarte a la papelera de reciclaje y al baúl del olvido. Estoy bien, insisto, aunque no tan bien como tú deseabas verme. Estoy bien, no las veinticuatro horas del día, ni todos los días de la semana, pero sobrevivo. Sonrío, lo hago muy a menudo y con muchas ganas, sin embargo, a veces me siento confusa, perdida y desorientada... Es como si el resto del mundo estuviese aquí o allí, y yo en una dimensión paralela. 

Las cosas no están tan mal por aquí, aunque haya momentos en los que las pinte muy grises. No hace sol cada día, pero tampoco me empapan las tormentas. 

Por otra parte están mis sentimientos, esos cursis y empalagosos a los que tú, al principio, tenías tanta alergia. Hay cosas que no cambian, y esa parte, por suerte o por desgracia, continúa intacta. Reconozco que estos últimos meses el amor me ha sonreído, y yo le he dedicado mis mayores sonrisas y también la mayor parte de mi tiempo. Nunca he podido hablar de esto contigo, porque por aquel entonces nosotras ya no éramos lo que fuimos. No he tenido la oportunidad de hablarte de ella, ni de cómo me mira o de cómo me hace sentir una mañana cualquiera. No he podido enseñarte las cosas tan bonitas que me dice, ni hacerte llegar lo cristalino de mis sentimientos. Es posible que hayas visto alguna de nuestras fotografías, pero sólo eso... y me entristezco al pensarlo, te lo aseguro. 

No todo es fácil en el amor, y tanto tú como yo, lo sabemos. Yo no se si ella hablará bien de mi todo el tiempo, si comentará que es feliz a mi lado, o si, en cambio, hará uso del contenido de nuestras peleas y se quedará con la parte mala de esta nuestra historia. No puedo arriesgarme a decirte que conmigo ve la vida de color de rosa, pero yo intento hacer de su vida un lugar más dulce y menos frío, y esto... también te lo puedo asegurar. 

Como puedes comprobar las cosas han cambiado mucho desde que tú no estás, y ni tan siquiera puedo explicarme como me gustaría, o como solía hacerlo, pero debes comprender, que sin ti las cosas no volverán a ser lo que eran, y yo tampoco. Sólo deseo que aunque no puedas verme, ni sentirme, te llegue toda mi energía, y que liberes toda esa felicidad y esa fuerza que contienes, que no dejes que nadie se entrometa en tu interior para cambiarlo, y que nunca desistas en el intento de cambiar el mundo.

jueves, 3 de mayo de 2012

No son sólo letras.

No recuerdo la fecha exacta de la primera vez que cogí un bolígrafo, ni tampoco tengo una imagen mental que me recuerde mi primera vez frente al papel con el lápiz en la mano, pero desde que mi mente es capaz de trasmitirme mis vivencias me recuerdo escribiendo. 

No sé si siempre me ha gustado, o si alguna que otra vez he rechazado sentarme y escribir. Mentiría si afirmarse algo que desconozco, y por eso dudo, e intento hablar únicamente de lo que se, de lo que recuerdo, y ahora mismo no sé que sería de mi si me prohibiesen hacerlo, si me prohibiesen expresar a través de las palabras escritas lo que pienso, lo que siento y cómo lo hago. Sobreviviría, no puedo dramatizar y decir que me moriría, encontraría otra vía de escape, pero no me sentiría cómoda, al menos no tanto, y me costaría acostumbrarme.

A mi yo pequeña le gustaba escribir cualquier cosa, nombres, canciones, jeroglíficos que seguramente a día de hoy ni tan siquiera yo descifraría. Crecí, y mi pasión creció conmigo, a la vez que yo, y nos hicimos íntimas amigas. Yo narraba mis tropiezos, mis desenlaces amorosos, intentaba describir mis primeras mariposas en el estómago, y también cómo colocaba los puntos de sutura sobre mi piel cuando ésta supuraba y mis músculos y huesos bajo ella se resentían.

Ahora continúo escribiendo, sobre mi presente, pensando a veces en un futuro que no tengo prisa en que llegue y recordando muchas veces el pasado que me ha hecho llegar hasta donde he llegado, hasta donde me encuentro ahora.

Escribo cualquier cosa que se me pasa por la mente, y cualquier sensación que me resuena en el interior, y aunque mi madre siempre me ha insistido en que podría ganarme la vida con esto, y en que ella me apoyaría en la búsqueda de la fórmula que consigue unir mi vida personal a mi vida profesional a través de mis escritos, yo nunca me he creído tan buena como para intentarlo, pero no me veo capaz de dejar de hacerlo, y tampoco quiero. 

Escribo, creo sucesiones de palabras, y aunque a veces ni yo misma me entiendo, las letras me hacen sentirme en casa. Me relajan, me apasionan y no concibo un mundo exento de palabras, por mucha falta de silencios que tenga este mundo en el que vivimos. Las palabras, junto con las caricias, las sonrisas, las miradas, e incluso junto con las lágrimas, pueden llegar a transmitir lo más puro, lo más sincero y lo más bello, y de hecho, muchas veces lo hacen. 

Las palabras nos ayudan a verbalizar lo que a veces no son somos capaces de explicar sin ayuda. A veces tanto sólo necesitamos un pequeño pedazo de papel donde reposar un bolígrafo que guiado por nuestros sentimientos consigue que una historia se escriba por ella misma. Las palabras, algo que parece tan simple, tan vacío, tan frío... pero que puede convertirse en todo lo contrario. Una palabra de cariño, de afecto, una palabra que te ayude a superarte, a creer en ti, un bonito texto de amor o una carta de despedida, porque a veces las palabras también duelen.

Hablaba de que pueden ser lo más bello, y es cierto, no miento, pero también pueden ser tristes, dolorosas, incluso crueles. Las palabras tienen el poder de conseguir en nosotros cualquier tipo de sensación opuesta completamente a la anterior y a la que vendrá después. Te transportan con facilidad al lugar más dulce del planeta, y pueden llevarte al fin del mundo si se lo proponen, pero también pueden enterrarte a cien mil pies bajo tierra.

Las infravaloramos, e infravaloramos el poder que tenemos nosotros sobre ellas, y ellas sobre nosotros. Pecamos de ingenuos y muchas veces decimos cosas a la ligera, sin pensar lo más mínimo en las consecuencias que pueden traer a quién se las dirigimos o en los daños que pueden ocasionar a su paso, y nos equivocamos, cómo tantas y tantas veces habremos errado en otros ámbitos, por lo que debemos tener cuidado de lo que decimos y de cómo lo decimos. Es fácil, sólo debemos sentir las palabras en nuestra piel, y probar a ver como suenan en nuestros oídos, antes de entregárselas a otro.


Son palabras, son letras, y son más de lo que muchos imaginan. Son "nada" para algunos, y son mucho para otros, y entre estos últimos, me incluyo yo.

domingo, 22 de abril de 2012

A una parte de mi.

Lo cierto es que no sé como comenzar este escrito... Había pensado en un "Muy Srta. mía", pero me resultó demasiado formal, y decantarme por un "Hola, ¿cómo estás?", me pareció demasiado informal, por lo que te escribo mis dudas, y te dejo elegir la cabecera de esta carta. 

Hace tiempo que no respondes a mis cartas, no sé si las lees, si las recibes, o si optas por desecharlas tirándolas en aquella papelera infantil que escondes bajo tu escritorio, por lo que no sé porque pongo tanto empeño en continuar escribiéndote, ¿qué puede tener esta carta de diferente? Desconozco la respuesta a esa pregunta, lo admito, pero continúo escribiendo, sin intención de dejar de hacerlo. 

¿Cómo te encuentras? Quizás estés triste, por eso no me respondes; quizás enfadada, ¿te he hecho algo? Si así es, discúlpame, en este caso no soy consciente de mis errores, pero si de que todos los cometemos tarde o temprano. Espero que estés enfadada si eso conlleva que no estés triste, porque no hay nada más doloroso que saber que sufres, y que como siempre callas, para que nadie más sufra por ti. 

¿Cómo se siente tu corazón esta primavera? Me han llegado rumores de tormentas, de aguaceros, y de algún que otro tsunami, ¿estás bien?, ¿es eso cierto? Si así es, ¿por qué callas? Estoy aquí, recuerda, no tienes que temer, no me agobiarás. No contaré nuestros secretos, nunca lo he hecho, soy tu caja fuerte. No acumules cicatrices, no silencies tus lloros, ven y llórame, lloraremos juntas. 

¿Cómo van las clases?, ¿sigues tan perfeccionista como siempre? No olvides que no debes agobiarte, que no puedes tener todo bajo control, y que la perfección en sí, no existe. Lucha, como no dudo que estás haciendo, y supérate, pero no dejes que nada ni nadie lo haga.

Se que no tiene nada que ver, pero anoche estaba viendo nuestras fotografías, ¡qué sonrisa tan bonita la tuya!, te veías feliz. Lo cierto es que siempre has mostrado tu faceta feliz al mundo, aunque te he vivido, y repasando las diapositivas recordé tus caídas y tus tropiezos, tus primeras fracturas, y los rasguños que siguieron a estas. Rara vez has dejado ver tus puntos débiles, y por eso me asusta no sentirte ahora. Me da miedo que te sumas en ti, como hace mucho tiempo. No eran tiempos fáciles los que corrían y tú te hiciste tan tuya, tan propia, y estabas tan dentro de nada, de todo, de ti, que no quiero que eso vuelva a ocurrir. 

No te pido que me respondas, pero ojalá un mensaje de voz pudiese llegar a ti antes de tomar la opción de abrir o no abrir el sobre en el que me encontraré al recaer sobre tus manos, para poder decirte que, por favor, me leas, sólo eso, no te pido palabras a cambio.



Atentamente:
La otra parte de ti.