para que me guardes entre tus libros
y poder leerlos cada noche contigo.
Prefiero ser el pájaro que no vuela,
que se ha cortado las alas
para poder dormir
toda una vida
sobre tu espalda.
Prefiero ser paja en vez de viga
si tus manos son cerillas,
y así quemarme
es resurgir de las cenizas.
Prefiero ser la letra muda,
el secreto que esconde lo que siento,
que calla lo que no necesito decirte.
Tú sólo escucha los silencios
que dejamos entre los besos.
Que entre beso y beso
no hay necesidad de versos.
Acepto ser destrozos y escombros,
lidiar yo sola con mis catástrofes y demonios.
Tú sólo ven,
pero no preguntes el por qué de mis heridas,
ven y quédate aceptando que una vez fui derruida.
Que soy una chica en ruinas
que quiere ser casa,
que busca su casa;
que intenta abandonar su vida
y que lucha por cesar la huida.
Pero no te encuentro
y no puedo dejar de correr en círculos
esperando a que te cruces,
a que descruces las piernas
y me sientes sobre ellas.
Que veas como especial lo extraño.
Como bonito lo roto, lo raro.
Que me veas y no quieras dejar de mirarme.
Porque quien una vez deja de mirarte, no vuelve a verte.
Prefiero ser la chica triste,
si el pronombre posesivo es el tuyo.
Si siendo tu chica triste,
dejo de ser triste,
dejo de ser chica,
pero sigo siendo tuya.
Prefiero ser el disco más rallado de tu mesita,
que tu tocadiscos me arañe en tus desvelos
y que me vivas hasta me salgan cicatrices
que ni el tiempo,
ni las tiritas
van a poder curarme.
Porque prefiero las heridas de guerra
a que nunca me hagas el amor.
Que me toques hasta rasgarme,
dejando al descubierto
todos los defectos
que intento ocultarte.
Prefiero eso a que te des la vuelta
y no me dejes abrazarte.
Prefiero desangrarme,
desgranarme,
desgarrarme por dentro y por fuera.
Latirte con el corazón en carne viva.
Y que me quiten la vida si es en tus manos,
que no me quiero en otros brazos.
Porque prefiero consumirme allí
a desgastarme con el desuso
que conlleva la imposibilidad
de no elegirte una y otra vez
como primera y única opción.