lunes, 28 de mayo de 2012

En cambio yo.

El Sol se mantiene brillante allá en lo alto, el viento continúa meciendo las ramas de los árboles más cercanos a mi ventana, en cambio yo, estoy aquí, escribiéndote. Las nubes han abandonado el cielo, el calor se ha apoderado de nuestra atmósfera, en cambio yo, estoy aquí, coleccionando momentos y rayitos de luz. La música que me acompaña armoniza el sonido que produce el dióxido de carbono al abandonar mis pulmones, el aire está lleno de recuerdos, en cambio yo, estoy aquí, intentando recordarme conjugada en tiempos verbales pasados. Los armarios y cajones de mi cuarto esconden secretos, mi memoria ha hecho mudanza de recuerdos, y ha trasladado al desván numerosas historias preparadas para coger polvo durante un tiempo, en cambio yo, estoy aquí, haciendo hueco para mis nuevas historias. Es primavera dentro y fuera de mi habitación, las flores están saliendo, las hojas ya no caen, en cambio yo, sigo desprendiéndome de las capas más erosionadas de mi piel. La música de fondo es ligera, el ritmo que las acompaña es armónico, en cambio yo, me siento en sintonía con el bombeo acelerado de mi corazón. Dicen que es tiempo de cambios, de borrones y de cuentas nuevas, en cambio yo, estoy aquí, sigo aquí, sonriéndole a la vida, por todas y cada una de las veces que ella no me ha sonreído.

lunes, 21 de mayo de 2012

Un día no tan cualquiera.

21 de Mayo de 2012, 14:06 del mediodía, suena "Safe & Sound" de Taylor Swift una vez más. La persiana de mi habitación ha ido descendiendo a medida que el Sol se ha ido escondiendo y el frío comienza a parasitar mis huesos. El reloj continúa marcando las horas, pero mi reloj interno se ha parado. Mi madre se preocupa por los lloros, y se enfada porque en cierto modo la desprecio, no quiero que me abrace, sólo quiero que lo hagas tú. Me quitas el permiso de ver el Blog que con tanto amor hiciste para mí, y no sé por qué extraña razón entro al Tuenti, y veo cómo se re-etiquetan en tus fotografías; me resulta estúpido, quizás porque la última vez que intenté entrar a tu perfil, la cuenta se mantenía cerrada al público. Serán casualidades. 

Hace hoy tres meses que comenzó oficialmente nuestra relación y hace cuatro horas que finalizó. Nunca se nos han dado bien los aniversarios, a excepción de ese 6 de Abril a tu lado que fue indescriptiblemente perfecto, pero eso no ha sido más que otro obstáculo que superar, y que con amor, superamos juntas. Siento el frío corriendo por encima y por debajo de mi piel, pero aún no llega a mi corazón, por lo que no consigo asimilar aún que es este el final de nuestra historia. 

Tras una ducha con "Safe & Sound" de fondo, me visto y voy a por Laura a la salida de su instituto, en mis oídos retumba "Lovesong - Adele" y "The one that got away - Katy Perry". Laura sale, me abraza, y yo intento desviar todo tipo de conversación a su terreno.

Llegamos a su casa, momento en el que te hablaría, para decirte que, nuevamente, he tenido que comer dos veces, y que en mi casa, el plato del día eran lentejas, si, lentejas... La madre de Laura me pregunta por mi, por el examen que, como bien sabes, no voy a realizar; y yo intento contener mis ganas de explicar todo lo que realmente pasa, solo le ofrezco unas pinceladas de mi situación y me cobijo en el cálido cuarto de Laura.

Nos colocamos frente al ordenador, en realidad, cuanto menos me hagan hablar, mejor, y Laura me comprende a la perfección; no me pide palabrería, solo presencia. Quiere tocar "The one that got away", y le pido que, por favor, no lo haga... así que, aunque el cambio no sea muy positivo, coloca las manos sobre la guitarra y toca "Desperate - Stanfour", que también huele a ti.

A las 18:10 es la hora de irse, Paula me espera al otro lado del puente, nos encontramos en un punto medio casualmente, y me abraza, aunque no lo hace nunca para recibirme. Sabe que hoy lo necesito, pero que, en su caso, también necesito sus palabras. La acompaño a hacer fotocopias, mientras me habla de sus aventuras, desatendiendo mi tema, haciendo, exactamente, lo que quiero que haga, sin necesidad de comunicárselo previamente.

Un batido para ella y McDonalds para mi. Intento que nuestra rutina no varíe por mi estado de ánimo, al fin y al cabo, ella no tiene la culpa de que, a cada paso que doy, te eche de menos. Me acomodo en las risas fáciles, en las anécdotas de Paula, y en mi lista de "metas a cumplir", aunque, al momento, me doy cuenta de que en esa lista también apareces tú e intento pensar en otra cosa.

Me acompaña a casa, nos encontramos con Gwen y con su novia, y son las historias de Paula las que llevan el hilo de la conversación, eso y su mini-viaje sobre el "juguete" de Gwen calle abajo. Al momento nos vamos, vuelvo a mi cuarto, pero no sola, y eso me reconforta.

Alrededor de dos horas discurren entre las cuatro paredes de mi habitación, con Paula sentada en la silla contigua a la mía, no haciendo nada especial, es cierto, pero sintiéndome tranquila, sin oportunidad de romper a llorar, porque se que detesta que lo haga, y yo detesto que se sienta mal al preocuparse por mi.

Algo más tarde de las nueve, Paula se va y yo la acompaño a la puerta, para saborear las últimas risas compartidas del día con ella, y después me siento frente al ordenador. Rescato conversaciones con personas con las que hacía mucho tiempo que no hablaba y con una persona con la que nunca antes había hablado, y eso me ameniza la noche, me hacen sentirme en casa, aunque el echarte de menos solo se difumine, no desaparezca.

viernes, 18 de mayo de 2012

Mientras te recuerdo.

Estoy aquí nuevamente, querida. 
Te escribo para contarte todas esas cosas que ya no puedo contarte... en silencio, sin interrupciones, sin intermediarios, sin que tú lo sepas.

Te escribo en silencio, y no porque no desee con todas mis fuerza escribirte, sino porque se que no me responderías, o al menos eso creo. Te escribo porque te echo de menos, y porque sé que más que tú nadie me entenderá, incluso aunque ellos me escuchen y tú ni tan siquiera me leas. Te narraré mis vivencias y te expresaré mis dudas, aunque no puedas alegrarte por mi, ni sacarme de la incertidumbre, pero te escribo, y eso me hace sentirte más cerca, aunque estés más lejos que nunca. 

Te escribo aunque preferiría abrazarte, pero hay cosas que ya no están a mi alcance. Te escribo y te escribo, aunque debo reconocerte que, en ocasiones, también te recuerdo, pero no te escribo. Te recuerdo mucho, y no me avergüenzo de ello, lo hago porque lo siento, y porque me resulta difícil vivir sin sentirte a mi lado. Te extraño, y no sólo a veces, sin embargo aunque me haya costado aceptarlo, he asimilado que nuestras vidas se han separado, y que ya no volveremos a complementarnos.

Siento haber sacado nuevamente el tema de nuestra separación, puesto que no venía a hablarte de nosotras, si no a desahogar contigo, como con nadie más puedo hacerlo. 

Estoy bien, mi niña... Lo siento por considerarte aún mi niña, pero mi corazón se niega rotundamente a mandarte a la papelera de reciclaje y al baúl del olvido. Estoy bien, insisto, aunque no tan bien como tú deseabas verme. Estoy bien, no las veinticuatro horas del día, ni todos los días de la semana, pero sobrevivo. Sonrío, lo hago muy a menudo y con muchas ganas, sin embargo, a veces me siento confusa, perdida y desorientada... Es como si el resto del mundo estuviese aquí o allí, y yo en una dimensión paralela. 

Las cosas no están tan mal por aquí, aunque haya momentos en los que las pinte muy grises. No hace sol cada día, pero tampoco me empapan las tormentas. 

Por otra parte están mis sentimientos, esos cursis y empalagosos a los que tú, al principio, tenías tanta alergia. Hay cosas que no cambian, y esa parte, por suerte o por desgracia, continúa intacta. Reconozco que estos últimos meses el amor me ha sonreído, y yo le he dedicado mis mayores sonrisas y también la mayor parte de mi tiempo. Nunca he podido hablar de esto contigo, porque por aquel entonces nosotras ya no éramos lo que fuimos. No he tenido la oportunidad de hablarte de ella, ni de cómo me mira o de cómo me hace sentir una mañana cualquiera. No he podido enseñarte las cosas tan bonitas que me dice, ni hacerte llegar lo cristalino de mis sentimientos. Es posible que hayas visto alguna de nuestras fotografías, pero sólo eso... y me entristezco al pensarlo, te lo aseguro. 

No todo es fácil en el amor, y tanto tú como yo, lo sabemos. Yo no se si ella hablará bien de mi todo el tiempo, si comentará que es feliz a mi lado, o si, en cambio, hará uso del contenido de nuestras peleas y se quedará con la parte mala de esta nuestra historia. No puedo arriesgarme a decirte que conmigo ve la vida de color de rosa, pero yo intento hacer de su vida un lugar más dulce y menos frío, y esto... también te lo puedo asegurar. 

Como puedes comprobar las cosas han cambiado mucho desde que tú no estás, y ni tan siquiera puedo explicarme como me gustaría, o como solía hacerlo, pero debes comprender, que sin ti las cosas no volverán a ser lo que eran, y yo tampoco. Sólo deseo que aunque no puedas verme, ni sentirme, te llegue toda mi energía, y que liberes toda esa felicidad y esa fuerza que contienes, que no dejes que nadie se entrometa en tu interior para cambiarlo, y que nunca desistas en el intento de cambiar el mundo.

jueves, 3 de mayo de 2012

No son sólo letras.

No recuerdo la fecha exacta de la primera vez que cogí un bolígrafo, ni tampoco tengo una imagen mental que me recuerde mi primera vez frente al papel con el lápiz en la mano, pero desde que mi mente es capaz de trasmitirme mis vivencias me recuerdo escribiendo. 

No sé si siempre me ha gustado, o si alguna que otra vez he rechazado sentarme y escribir. Mentiría si afirmarse algo que desconozco, y por eso dudo, e intento hablar únicamente de lo que se, de lo que recuerdo, y ahora mismo no sé que sería de mi si me prohibiesen hacerlo, si me prohibiesen expresar a través de las palabras escritas lo que pienso, lo que siento y cómo lo hago. Sobreviviría, no puedo dramatizar y decir que me moriría, encontraría otra vía de escape, pero no me sentiría cómoda, al menos no tanto, y me costaría acostumbrarme.

A mi yo pequeña le gustaba escribir cualquier cosa, nombres, canciones, jeroglíficos que seguramente a día de hoy ni tan siquiera yo descifraría. Crecí, y mi pasión creció conmigo, a la vez que yo, y nos hicimos íntimas amigas. Yo narraba mis tropiezos, mis desenlaces amorosos, intentaba describir mis primeras mariposas en el estómago, y también cómo colocaba los puntos de sutura sobre mi piel cuando ésta supuraba y mis músculos y huesos bajo ella se resentían.

Ahora continúo escribiendo, sobre mi presente, pensando a veces en un futuro que no tengo prisa en que llegue y recordando muchas veces el pasado que me ha hecho llegar hasta donde he llegado, hasta donde me encuentro ahora.

Escribo cualquier cosa que se me pasa por la mente, y cualquier sensación que me resuena en el interior, y aunque mi madre siempre me ha insistido en que podría ganarme la vida con esto, y en que ella me apoyaría en la búsqueda de la fórmula que consigue unir mi vida personal a mi vida profesional a través de mis escritos, yo nunca me he creído tan buena como para intentarlo, pero no me veo capaz de dejar de hacerlo, y tampoco quiero. 

Escribo, creo sucesiones de palabras, y aunque a veces ni yo misma me entiendo, las letras me hacen sentirme en casa. Me relajan, me apasionan y no concibo un mundo exento de palabras, por mucha falta de silencios que tenga este mundo en el que vivimos. Las palabras, junto con las caricias, las sonrisas, las miradas, e incluso junto con las lágrimas, pueden llegar a transmitir lo más puro, lo más sincero y lo más bello, y de hecho, muchas veces lo hacen. 

Las palabras nos ayudan a verbalizar lo que a veces no son somos capaces de explicar sin ayuda. A veces tanto sólo necesitamos un pequeño pedazo de papel donde reposar un bolígrafo que guiado por nuestros sentimientos consigue que una historia se escriba por ella misma. Las palabras, algo que parece tan simple, tan vacío, tan frío... pero que puede convertirse en todo lo contrario. Una palabra de cariño, de afecto, una palabra que te ayude a superarte, a creer en ti, un bonito texto de amor o una carta de despedida, porque a veces las palabras también duelen.

Hablaba de que pueden ser lo más bello, y es cierto, no miento, pero también pueden ser tristes, dolorosas, incluso crueles. Las palabras tienen el poder de conseguir en nosotros cualquier tipo de sensación opuesta completamente a la anterior y a la que vendrá después. Te transportan con facilidad al lugar más dulce del planeta, y pueden llevarte al fin del mundo si se lo proponen, pero también pueden enterrarte a cien mil pies bajo tierra.

Las infravaloramos, e infravaloramos el poder que tenemos nosotros sobre ellas, y ellas sobre nosotros. Pecamos de ingenuos y muchas veces decimos cosas a la ligera, sin pensar lo más mínimo en las consecuencias que pueden traer a quién se las dirigimos o en los daños que pueden ocasionar a su paso, y nos equivocamos, cómo tantas y tantas veces habremos errado en otros ámbitos, por lo que debemos tener cuidado de lo que decimos y de cómo lo decimos. Es fácil, sólo debemos sentir las palabras en nuestra piel, y probar a ver como suenan en nuestros oídos, antes de entregárselas a otro.


Son palabras, son letras, y son más de lo que muchos imaginan. Son "nada" para algunos, y son mucho para otros, y entre estos últimos, me incluyo yo.