viernes, 20 de noviembre de 2015

La intención no siempre es lo que cuenta.

Quizás tu intención era la de quererme, aunque no lo conseguiste.
Quizás creías que iba a ser más fácil y por eso te rendiste.

Quizás intentaste que no te importase el mundo, ni la gente, pero no supiste. 
Quizás imaginaste que sería perfecto y, al descubrir alguno de mis defectos, huiste. 

Quizás tu intención no fue la de darme esperanzas, pero me las diste. 
Y aquí las tengo negándose a rendirse. 

Quizás tu intención no era la de romperme, aunque lo hiciste. 
Quizás pensabas que yo era más fuerte, y te equivocaste. 

Quizás sentías que te mentía, que no te quería, que fingía.
-y eso es algo que jamás haría.-

Quizás tuviste miedo y retrocediste. 

Quizás lo intentaste con todas tus fuerzas y flaquearon tus ganas. 
Quizás enmudeció tu corazón cuando trataste de buscarle la razón.

Pero quizás no. 

Quizás no quisiste quererme, ni me quisiste, ni te preocupaste por mí. 
Quizás todo aquello te dio igual y esto no te importó nada. 

Quizás, quizás, casi siempre quizás. 

Porque de lo único que estoy completamente segura es que mi intención no era la de enamorarme de ti, 
pero la intención no siempre es lo que cuenta y tú eres mi excepción que confirma la regla.
 

miércoles, 18 de noviembre de 2015

Lo peor fue no poder ser después de conseguir estar.

Lo peor no fue el “no” que me dijiste, 
sino el “nunca” que tanto tiempo te callaste.

Lo peor no fue la mano que escondiste tras la piedra que lanzaste,
sino ser la tonta que aun sangrando se girase esperando a que volvieses y la besases.   

Porque lo peor no es el dolor,  
es no entender nada y haberse encariñado de la herida,  
igual que antes lo hiciste del arma.

Lo peor no es que no me hayas creído,
sino saberme incapaz de luchar contra esto
y de dejar de quererte como ahora te quiero. 

Porque amar no es tan sencillo como besar y decir "te quiero",
y el desamor es una putada en cualquiera de sus contextos.  

Para amar no existe un plazo de inscripción, 
ni hay que cumplir unos requisitos previos.

El amor no tiene límites de actuación, no tiene fecha de caducidad, 
y tampoco cuenta con fianzas por si las cosas salen mal.
  
La mano que juegas sólo es lo importante si es la que te salvaría la vida 
y, a veces, somos tan imbéciles que nos jugamos más por quién menos nos daría. 

Pero no importa porque quien arriesga, ama, y ese siempre es el que gana.

Porque en el amor no merece la pena guardarse cartas bajo la manga, 
no compensa hacer trampas para ganarte un As de corazones 
que no vas a cuidar tras cada jugada.
 
Por eso lo que más duele no es perder la partida,
sino ser consciente de tu ludopatía.