Anoche
volví a soñar contigo...
y me
desperté justo cuando tus labios iban a rozar los míos.
No
recuerdo hace cuántos días que no te beso; he dejado de contarlos hace algo así
como un milenio. El tiempo sin ti se me queda en las manos, se me atraganta en
el pecho, me duele en las rodillas y me agrieta los labios.
Aunque
ahora ya no estás te espero en la plaza de vez en cuando, frecuento los sitios
a los que íbamos y releo conversaciones que parece que sucedieron hace años.
No
recuerdo hace cuántos días que no te beso, pero me acuerdo perfectamente del
primero, igual que me aprendí de memoria todos los diálogos de mi película
favorita. Aquel día te reconocí que me sentía como en un sueño, pero ya ni
en mis mejores sueños te beso.
Vivo en
un cementerio de dientes de león, estrellas fugaces y pestañas
que
murieron pidiendo el mismo deseo.
Aquel día
te reconocí que tenía mucho miedo, que te tenía mucho miedo;
no estoy
acostumbrada a que la vida me sonría de manera tan bonita.
Ojalá te
pusieses frente a un espejo y te vieses como yo te veo... sé que con mis ojos
te enamorarías del reflejo, y estoy segura de que, si Narciso te
hubiese conocido, no se hubiese enamorado de sí mismo.
Estoy
segura de que si volvieses a mirarme, entenderías todo lo que no te digo...
pero un
día dejaste de verme y yo no soporté volver a mirarme.
Ya no
queda un sólo espejo en pie, ni un sólo latido a tiempo;
tengo el
corazón roto y las manos llenas de sangre y cristales.
(he sido
yo la culpable)
Dime
cuántos años de mala suerte me merezco ahora que no tengo.
Dime a
cuántos besos luz estoy de olvidarte y si aún hay forma de volver atrás en el
tiempo,
si aún
estamos a tiempo de retroceder tres meses para regresar a aquel primer beso.