viernes, 25 de octubre de 2013

La banda sonora de mi vida suena a ti.

Aún recuerdo cuando escuché tu silencio por primera vez,
de hecho, al principio, casi todo eran silencios. 

Y yo me fui encariñando de ellos como, más tarde, me fui enamorando de tu voz. 

No podría explicarte lo que sentí la primera vez que fue tu voz y no la voz de Madrid lo que inundo aquella habitación de hotel en la que comprendí que estaba enamorada de ti, pero también de Madrid, porque ella te había traído a mí.

En cambio, rompí con ella y te paseé por sus calles, 
por todas y cada una de sus calles sin soltar tu mano, 
besándonos y tentando a todos los semáforos. 

Rojo, te beso; verde, también.
Ámbar, cruzamos rápido para besarnos en la otra acera.

Madrid me respondió con una sonrisa, porque sabe que todos nos enamoramos de ella,
pero que tarde o temprano la dejamos para ser aún más felices de lo que ya éramos.

Creo que no me guarda rencor, 
y espero que no lo haga porque yo la quiero por lo que fue, y por ti.
Por tu voz.

Porque me permitió escucharla y acompañarla durante lo que a mi me parecieron escasos segundos, durante lo que el calendario dijo ser días, pero que me supo tanto, y a tan poco.

Tampoco voy a ser egoísta, la tuve, 
y eso es más de lo que otras podrán decir.

La escuché ser feliz, o eso parecía. 
La escuché reír tan alto que nuevamente la voz de Madrid dejó de ser ruido para ser murmullos. Ella también quería escucharla, también ella la amaba. 
Y dudo que haya dejado de hacerlo.

Y es que estoy segura de que si pudiese enamorarse de un objeto,
no tendría más remedio que enamorarse de un espejo.

viernes, 18 de octubre de 2013

Puestos a versarnos, besémonos.

Me vas a tener que perdonar, porque he venido a hablar de ti, y no estás aquí para defenderte. De antemano te advierto de que si empiezo no voy poder a parar, lo mismo me pasa cuando te beso, que nunca encuentro el punto, ni el beso final.

Y es que miro tus labios, y quizás tengan las puertas cerradas, pero a mi me dicen "bésame" y aunque dijesen lo contrario, o callasen, lo haría de todas formas. Porque no entiendes que labios hay de muchas clases, pero yo quiero clase de besos que me dan tus labios. Que besos hay de muchos tipos, pero los tuyos no pueden clasificarse.

Son de otro mundo.
Como tus ojos. 

Lo admito, me asusta pensar en la inmensidad de tus ojos, y en cuántas veces me han salvado de las lágrimas, provocándome otras totalmente opuestas a esas. 
Más bonitas.
Más como tú.
 
Pero yo estaba hablando de tus labios, y tengo que decirte que si el amor de mi vida alguna vez me pide que saltemos de un acantilado cogidas de la mano, ese sería el lugar que elegiría, sin pensarlo, para lanzarnos al vacío. 
Y no conozco mejor forma de sentirme completa.

Porque tengo claro que lo importante no es llegar, sino lanzarme al vacío y encontrarte en el fondo sonriendo, sonriéndome, esperándome con los brazos y el corazón abierto.

¿Acaso conocéis forma más bonita de morir que la de ir conduciendo a mil por hora por su cuerpo, terminando el trayecto y perdiendo así la vida en la curva de su sonrisa? 

Porque hay curvas, y curvas, 
y luego está su sonrisa.

Y es que a veces no hay que preguntarse nada.
Lo sabes, y punto.

Aunque a veces sean puntos suspensivos,
y sólo esperes no suspender frente a sus ojos.

Aunque yo soy esa que suspende voluntariamente la asignatura del Amor para volver a probarte, para no aprobarnos, y para versarnos de nuevo cada año.

Y ya puestos a versarnos, 
besémonos.


lunes, 7 de octubre de 2013

Contigo el braille se ha convertido en mi lenguaje favorito.



Yo te miro y se me desorbitan los ojos, y me pierdo en tu planeta ombligo con el fin de conquistar tierra de nadie; porque nadie ha logrado conquistar primero la galaxia que va desde tu cuello hasta tu corazón. 
Y ese es el primer paso.
Y eso ya lo he hecho. 

Lo que ahora quiero es desnudar mis caderas, y atrincherarme en las tuyas. Así que voy a dejar caer mi bandera blanca sobre tu suelo, porque esta noche no tengo pensado rendirme, y creo que tampoco mañana voy a hacerlo. Pero, por si acaso, sólo por si acaso, dejaré mi ropa interior al pie de tu cama, a ver si con suerte arde durante la guerra como espero hacer arder Troya sobre tu cuerpo.

Que hoy tengo ganas del contenido de tu continente, por lo que cojo el mapa del país Tu cuerpo, le abro las piernas y marco la X sobre tu sexo. Y me mojo los labios con tu polvo de estrellas, haciéndome cenizas tras el primer contacto.
Y sin él. 

Porque tú me miras y no te das cuenta de que cuando me sonríes mi cara se hace espejo. 
Y mírame. No dejes nunca de mirarme con esa sonrisa. Porque es en tu sonrisa en donde yo veo el mundo, en donde yo te veo tal y como eres. Desnuda y con ropa al mismo tiempo.

Y ahí es donde entras tú en mi, y yo en ti, comenzando así la guerra que nos hace el amor durante toda la noche. Haciéndonos y deshaciéndonos, buscando el lugar perfecto de tu cuerpo al que mudarme y el lunar más acogedor de tu espalda en el que amueblar mi vida. 

Descubro que mi punto G está en tus dedos 
y que el resto de puntos débiles de mi ser se los ha llevado tu voz. 

Y yo te llamaría, amor, 
pero me has dejado sin voz. 

Y yo te llamaría Amor.