Estoy aquí nuevamente, querida.
Te escribo para contarte todas esas
cosas que ya no puedo contarte... en silencio, sin interrupciones, sin
intermediarios, sin que tú lo sepas.
Te escribo en silencio, y no porque no
desee con todas mis fuerza escribirte, sino porque se que no me responderías, o al menos eso creo. Te escribo porque te echo de menos, y porque sé que más que
tú nadie me entenderá, incluso aunque ellos me escuchen y tú ni tan siquiera me
leas. Te narraré mis vivencias y te expresaré mis dudas, aunque no puedas
alegrarte por mi, ni sacarme de la incertidumbre, pero te escribo, y eso me
hace sentirte más cerca, aunque estés más lejos que nunca.
Te escribo aunque preferiría
abrazarte, pero hay cosas que ya no están a mi alcance. Te escribo y te
escribo, aunque debo reconocerte que, en ocasiones, también te recuerdo, pero no te escribo. Te recuerdo mucho,
y no me avergüenzo de ello, lo hago porque lo siento, y porque me
resulta difícil vivir sin sentirte a mi lado. Te extraño, y no sólo a
veces, sin embargo aunque me haya costado aceptarlo, he asimilado que nuestras
vidas se han separado, y que ya no volveremos a complementarnos.
Siento
haber sacado nuevamente el tema de nuestra separación, puesto que no venía a
hablarte de nosotras, si no a desahogar contigo, como con nadie más puedo
hacerlo.
Estoy
bien, mi niña... Lo siento por considerarte aún mi niña, pero mi corazón se
niega rotundamente a mandarte a la papelera de reciclaje y al baúl del olvido.
Estoy bien, insisto, aunque no tan bien como tú deseabas verme. Estoy bien, no
las veinticuatro horas del día, ni todos los días de la semana,
pero sobrevivo. Sonrío, lo hago muy a menudo y con muchas ganas, sin embargo, a
veces me siento confusa, perdida y desorientada... Es como si el resto del
mundo estuviese aquí o allí, y yo en una dimensión paralela.
Las
cosas no están tan mal por aquí, aunque haya momentos en los que las pinte muy
grises. No hace sol cada día, pero tampoco me empapan las tormentas.
Por
otra parte están mis sentimientos, esos cursis y empalagosos a los que tú, al
principio, tenías tanta alergia. Hay cosas que no cambian, y esa parte,
por suerte o por desgracia, continúa intacta. Reconozco que estos últimos meses
el amor me ha sonreído, y yo le he dedicado mis mayores sonrisas y también la
mayor parte de mi tiempo. Nunca he podido hablar de esto contigo, porque por
aquel entonces nosotras ya no éramos lo que fuimos. No he tenido la oportunidad
de hablarte de ella, ni de cómo me mira o de cómo me hace sentir una mañana
cualquiera. No he podido enseñarte las cosas tan bonitas que me dice, ni
hacerte llegar lo cristalino de mis sentimientos. Es posible que hayas visto
alguna de nuestras fotografías, pero sólo eso... y me entristezco al
pensarlo, te lo aseguro.
No
todo es fácil en el amor, y tanto tú como yo, lo sabemos. Yo no se si
ella hablará bien de mi todo el tiempo, si comentará que es feliz a mi lado, o
si, en cambio, hará uso del contenido de nuestras peleas y se quedará con la
parte mala de esta nuestra historia. No puedo arriesgarme a decirte que conmigo
ve la vida de color de rosa, pero yo intento hacer de su vida un lugar más
dulce y menos frío, y esto... también te lo puedo asegurar.
Como
puedes comprobar las cosas han cambiado mucho desde que tú no estás, y ni tan
siquiera puedo explicarme como me gustaría, o como solía hacerlo, pero debes
comprender, que sin ti las cosas no volverán a ser lo que eran, y yo tampoco.
Sólo deseo que aunque no puedas verme, ni sentirme, te llegue toda mi energía,
y que liberes toda esa felicidad y esa fuerza que contienes, que no
dejes que nadie se entrometa en tu interior para cambiarlo, y que nunca
desistas en el intento de cambiar el mundo.
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