domingo, 28 de febrero de 2016

No dejes para mañana lo que te puedas perdonar hoy.

Vengo a pedirme perdón porque me merezco una disculpa
y quiero soltar ya la pistola que reposa sobre mi nuca.

Vengo a pedirme perdón,
a barrer todos los trozos de espejo
y a recoger los restos del desprecio que me caracterizó durante mucho tiempo.

Vengo a pedirme perdón por todas las veces que me he insultado

que me he esposado las manos, 
que me he burlado de mis lamentos
y que me he tirado del pelo hasta verme arrastrada por los suelos.

Voy a pedirme perdón porque aún no me quiero, pero quiero,
y a dejarme claro que no me voy, que yo me quedo.

Vengo a pedirme perdón y a admitir mi culpa;
a esconderme la fusta, a besarme el corazón
y a susurrarme que aún tenemos cura.

Vengo a pedirme perdón porque me lo merezco,
porque aunque ellos no me quisieron,

fui yo la que me incitó a sumergirme en un agujero negro de odio, asco y miedo;
y quiero salir de esto.

Por eso voy a decirme que lo siento
y que me arrepiento de mi comportamiento.

Vengo a pedirme perdón y esta vez voy a concedérmelo.

domingo, 14 de febrero de 2016

Ahora te escribo, pero ya no te quiero.

Supongo que aquel día quise con todas mis fuerzas que el mundo me olvidase, que mi casa interior se incendiase y que mi boca se cerrase y dejase de decirte cosas que, a esas alturas, tú ya no querías que pasasen. 

Días después abrí los ojos y vi que todo aquel dolor se merecía una caricia que yo siempre me había negado frente a las muchas que te había dado. 

Era una experta mal priorizando.

Era de creerte primero y nunca mirar por mi bien; 
de abofetearme primero y escucharme después.

Pero el día que decidí no volver a mirar atrás para comprobar si aún estabas fue también el día que entendí que mirar hacia delante es la única forma de aprender a saber con qué merece la pena tropezarse.

Cuando asimilé que nunca ibas a quererme sonreí.

Sonreí porque entendí que el amor no consiste en dar para recibir, sino en dar sin esperar nada a cambio y en saber dejar de dar cuando el otro no merece lo que le estás dando.

Aprendí que querer no es firmar a ciegas un contrato, que el respeto y la confianza caminan de la mano y que lo que tú hacías tenía poco de amor y mucho de engaño.

Supongo que dejaste de leerme mucho antes de dejar de escribirte.
Y yo dejé de escribirte mucho antes de dejar de quererte. 

Y ahora te escribo, pero ya no te quiero.
Sólo quería darte las gracias por haberte ido y no haber vuelto.

Delirios de cuervo suicida.

Yo no sé que habrá debajo de tu cama, 
pero debajo de la mía sólo están todos los polvos que no me echas
y los que utilizo para camuflar estas ojeras.


El monstruo está en el espejo,
por eso le he puesto una orden de alejamiento
a todos los escaparates de la ciudad.


Te aseguro que no quiero ser una santa,
pero tampoco la perra en la que, a veces, me veo reflejada.


Si tú nunca me hubieses mirado así,
yo ahora no tendría estos delirios de cuervo suicida.


Si tú no hubieses dejado de mirarme así,
yo ahora no querría perderme constantemente de vista.


Estoy sumergida en una relación de amor-odio contigo misma.

Te odio por no saber quererme
y me odio aún más por no saber odiarte.


Me odio por no poder evitar odiarme
y me odio aún más por no poder evitar quererte.


lunes, 8 de febrero de 2016

Falta es la que haces y la que cometes desde que no me dejas quererte.

Si hace falta miénteme,
pero dime que me voy a curar;
que la próxima vez que te vea no te voy a querer besar.

Dime que tú sabes que, en algún momento,
voy a dejar de temblar cuando entre por la puerta y sepa que estás;

que nos vamos a cruzar
y no me entrarán las ganas tontas de llorar.

Si hace falta invéntate una historia en la que lo hago todo mal,
en la que soy yo la que se inventa una estúpida fecha de caducidad.

Pon palabras en mi boca que yo nunca podría haberte dicho y haz que me las crea,
haz que me autodestruya después de verme reflejada en ellas.

Hazme creer que soy un mal bicho
y que te has ido porque yo te lo he pedido.

Miénteme si hace falta. 
Miénteme porque me haces falta.

Dime que allí donde te solía besar
es ahora patrimonio de la deshumanidad
de algún conquistador que sí te enorgullece presentar a los demás

y que has cambiado nuestro ejército privado de besos
por un soldado apuesto que no te hace feliz,

pero te permite no huir,
no tener que afrontar lo que puedan decir
y a ti te compensa vivir así.

Dime que lo que antes eran nuestras trincheras
ahora son los límites que determinan tus fronteras.

Puedes aferrarte a la última actualización de tu derecho de admisión
e insistirme en que estoy fuera de tu nuevo proyecto de reestructuración,

pero yo me acojo a mi derecho de dimisión 
y, aunque a veces lo intento, nunca me voy.

Yo no tengo miedo 
de ponerme a tiro de tu francotirador,

dile que dispare si tiene valor;
que dispare si ya no te queda amor.

Dame tu peor versión de los hechos
y convénceme de que lo mejor que pudo habernos pasado fue habernos deshecho.

Dame una lección de principios que disfrutamos eligiendo
y de finales que me obligaste a sufrir aún no queriendo.
(yo que aún te quiero.)

Repasa nuestro camino y subraya en rotulador fosforito las veces que te aparté del mío;
verás que una página en blanco es el mejor testigo de todo lo que ya no te digo.

Que yo lo intento, pero mentirme no es lo mío.
Que yo te intento, pero entenderte tampoco es lo mío.

Así que miénteme si hace falta
y dime que tus guerreros me han declarado tu principal enemigo
y que han amenazado con abrir fuego si no me retiro.

A ver cómo les explico que morir ardiendo es mejor que vivir con frío.

A ver cómo les explicas a mis civiles que tu puerto no va a volver a recibirles
y que nos has proclamado herejes desterrándonos a los confines.

Si hace falta miénteles, pero diles que se van a curar,
que esta guerra la van a ganar 

y que te van a dejar de querer 
y se van a empezar a amar.

Miénteles tú porque yo me niego a volver a mentirles,
miénteles tú porque yo no vuelvo a negar que me mentiste.