miércoles, 13 de mayo de 2015

La jaula más pequeña que conozco es el desamor propio.

Desde que no me abrazo 
lo más bonita que me siento es lejos.

Soy la niña más fea de todo mi reino.

He intentado conseguirme 
una orden de alejamiento,
un permiso de desalojo permanente, 
un suicidio asistido, 
un espejo que ya venga roto de serie.

Pero nadie me lo concede.

Tengo siete mil años de mala suerte 
por un espejo que yo misma he roto.

Soy un monstruo.

Me saqué a golpe de suerte todos los dientes,
porque sonreír es para aquellos que se lo merecen;

y yo me merezco muchas cosas, 
pero no un piropo entre las sienes.

Desde que no me abrazo
lo más feliz que me siento es sin mi.

Me masturbo para correrme y perderme de vista,
y me guardo un cuervo en la recámara por si echo atrás la vista.

Soy los ojos de quien no tiene opción para arrancárselos de asco.
Soy quien lo intenta y lo intenta, pero nunca obtiene recompensa.

Soy la puta antítesis de la belleza.

La jaula más pequeña que conozco es el mal más grande de todos.
La jaula más pequeña que conozco es el desamor propio.

A mi me ha tocado ser pájaro en la mano equivocada,
y esta es la crónica de una epidemia anunciada;

Siento deciros que en mi caso no tiene cura;
porque lo peor de vivir en esta jaula es convertirla en Casa.


jueves, 7 de mayo de 2015

Más vale tarde que adulta.

De mayor quiero aprender a ser pequeña; 
aún me queda mucho por crecer.

De pequeña soñaba con hacerme mayor;
ahora aspiro a algo mejor.

A volver a bailar sobre los charcos, 
a comer de nuevo con las manos
y a destrozarme todos los leotardos.

A llorar de sueño, a reír de miedo
y a gemir sin medir el nivel de decibelios. 

Que asquerosa manía tenéis los adultos de hacerlo todo en silencio.
(como si no se chivase a gritos vuestro arrepentimiento)

No os dais cuenta de que arrepentirse es de personas que llegaron a tiempo 
y no cogieron el tren correcto por miedo a no ser suficiente creyéndose más que el resto.

Que ignorantes os habéis vuelto.

A partir de ayer voy a pedir todo lo que quiero, a querer todo lo que se me antoje;
me voy a permitir que sea antojo, incluso aquello que no quiero.

De mayor te voy a pedir un deseo:
Quiero que vuelvas a ser un adolescente lleno de miedos.
Más sincero y menos cobarde; con más espinillas y menos puñales.

Quiero que me arranques las bragas en todos los soportales,
que de tanto llamarte de madrugada no me soportes, y al rato me llames diciéndome que estás bajo mi ventana; que me asome. Me gritarás que a veces no me soportas, pero que a veces también me quieres, y que no te apetece vivir sin ninguna de esas cosas.

No me llevarás flores, ni me harás promesas.
Las mentiras llegan cuando creces, pero a la inversa. 

Por eso me he vuelto a poner los zapatos de los domingos 
y he estrenado un vestido lleno de flores que deshojaré contigo.

Porque cuando no seas mayor quiero que bailemos bajo mi lluvia, que te mojes al oír mi música y que nos emborrachemos a base de los charcos hechos de lágrimas que un día decidí embotellar para beberme contigo.

No es tristeza etílica,
es la tardevenida de la vida.

La bienrecibida despedida de la culpa.
(que más vale llegar tarde que ser adulta)

Por eso quiero que te masturbes cuando no te hablo, y que sonrías imaginando que no lo hago porque yo también estoy pensando en ti mientras me estoy tocando.

Quiero ser quien entienda que disfrutas cuando me ves llorando,
porque seguramente sea de emoción, pensando en nuestro polvo de reconciliación.

Estabas más guapo cuando me llamabas puta;
cuanto tus ganas de llamarme te hacían pasarlas putas.

Pero te has hecho mayor y te has deshecho persona.

No te reflejes en mis ojos, te podrías asustar. 

Si todos te ven como yo te veo, 
espero que cierres los ojos hasta que vuelvas a encontrar la virginidad.

Que estúpido te has vuelto desde que destrozas más corazones que sujetadores. 

Estás lleno de arrugas por dentro. 
Y te prometo que en otra situación hubiese sido lija, pero ahora mamá me viste de terciopelo y me ha hecho una trenza preciosa que no tendrás valor para despeinar.

Ni tan siquiera me llenarás de barro.

No te hubiese tirado del columpio si me hubieses dado la mano.
Te hubiese comido la boca con tal de que sobrevivieses a los naufragios.

Me hubiese cruzado la cara con tal de verte al otro lado de amar y me habría importado una mierda en qué dirección fuese el viento, porque el Norte siempre sé dónde estás. 

Te prometo que, si no hubieses descrecido, lo hubiese hecho,
pero me niego a gastar mi próxima reencarnación intentando revivir a un muerto. 

lunes, 4 de mayo de 2015

Le sonrío a la muerte todo lo que no me sonreíste en vida.

Últimamente me he dado cuenta de que le sonrío antes a la palabra cementerio que a la palabra hogar. Ahora que se parecen tanto es como que me la creo más.

Me he prohibido regalarme flores. De si me quieres o no me quieres poco me queda por saber. Permíteme que te diga que ya no me importa que deshojases a otra, ni que le llenases de flores la boca. Ya sólo aspiro a que me las envíes en forma de corona.

No tendré tanta suerte; por eso voy a cambiar la palabra defunción por estado de apatía crónico con los ojos cerrados, el corazón en modo avión y la mente puesta en negro intento fracaso de olvido. 

Voy a dormir hasta que me despierten las ganas de no estar contigo.

(Tal vez en otra huída).

Indúceme un coma; estoy harta de soñar con no necesitar soñar para poder dormir contigo. 
No sé qué cojones hacer conmigo.

Me tengo un asco que se retroalimenta con el aleteo de tus abejas. Ya no queda ni rastro de las mariposas. Todas y cada una de ellas se han suicidado con tu nombre por bandera. 

No es momento de declararme la guerra. Todos mis soldados han muerto a manos de tu ausencia. Y cómo masturba la muy hija de perra.

La odio tanto como hubiese querido quererte, pero no hubieses visto que te quería ni aunque te lo hubiese vomitado encima.

Ojalá hubieses sido capaz de admitir que la culpa no sólo fue mía.