domingo, 11 de marzo de 2012

A mi nuevo contrato temporal de vida:


Tal vez esta sea la despedida más inesperada de todas las que me he hecho a lo largo de los años, y también la menos deseada. Mantengo la esperanza de que las últimas horas de este año no se esfumen, y se mantengan a mi lado. Soy consciente de que los años se suceden en la vida de una persona como días en el calendario, pero sigo siendo una niña pequeña a la que le aterra el paso del tiempo, y como consecuencia de ello, los cambios.

He saboreado 365 lunas, con sus 365 atardeceres, pero no han sido suficientes. No he visitado numerosos lugares nuevos, es cierto, pero me quedo con lo bueno conocido y con lo bueno que aún me queda por descubrir. No me he perdido en playas de arenas blancas, pero la sensación del viento enfriando mi piel en estos instantes me reconforta.

He venido a mi rincón a despedirme nuevamente de mi misma, a hacer balance de lo que este contrato que finaliza ha traido a mi vida, y de lo que se lleva consigo a la parte de la memoria que sólo se encarga de recordar y no de vivir. 

Me siento en casa, y me alivia el no estar completamente en silencio, ni con una canción de fondo que tenga que desechar del nuevo contrato de mi vida. Escucho el sonido de las olas rompiéndose contra las rocas, y mientras observo como lo hacen, me pierdo en la banda sonora de la película de mi vida.

Los diecinueve están a punto de fugarse, y yo, en parte, me iré con ellos. Deseo con todas mis fuerzas que algunas partes de mi yo presente desaparezcan o que al menos disminuyan su intensidad, porque no son sanas. A los Reyes Magos les he escrito nuevamente este año, y quién sabe, sino son ellos, quizás tú, mi nueva yo, puedas hacer mi deseos realidad.

Además de como despedida te escribo para contarte mis hazañas, aquellas que quedan enmarcadas en fotografías frente a aquellas que únicamente han dejado huella sobre mi piel.

Durante este periodo de tiempo he vivido, he soñado y me he despertado. También he corrido, he saltado, he vencido a mis monstruos y me he vencido a mi misma. No he vendido mi cuerpo, ni mi sonrisa, y tampoco mis palabras. He dado de mi lo máximo establecido, y he sobrepasado el límite permitido. Mi yo interno se ha desobedecido numerosas veces y otras tantas me ha oído, pero no me ha escuchado. He podido captar con mis ojos lo más bello, y también lo más triste, pero no vengo aquí a entristecerte.

Me he tropezado conmigo misma, y con todas y cada una de las piedras que se me han interpuesto en el camino, aunque he sabido sobreponerme a muchas, y he esquivado numerosas balas disparadas directamente a mi corazón.

Me siento bien amorosamente hablando, ¿sabes? Me he enamorado como nunca, con todas las letras, y con todos los poros de mi piel, y creo que esa parte, será una de la que no desecharás de tu corazón.

Nuestra hermana ha crecido, mucho, de hecho está más preciosa que nunca y tiene un corazón que te protegerá siempre. Me siento orgullosa de ella y estoy segura de que en tu nueva vida tú también te sentirás así. Nuestra madre ha sido un pilar fundamental en mi vida, y lo será en la tuya, al igual que nuestro padre. Dos seres tan opuestos que sólo intentan hacer de nuestra vida un camino más fácil, más feliz, menos doloroso. El   resto de la familia me ha aceptado tal y como soy, y contigo no será menos, te abrazarán con su comprensión, como han hecho conmigo, cuídalos, se lo merecen.

El resto de partes que compondrán tu corazón son ellos, los consejos, las sonrisas, las confidencias, y todo lo que son capaz de proporcionarte mis niños y mis niñas. Ellos serán la pieza que terminará de completar tu puzzle interno.

No quiero ponerme demasiado sensible, y te pido por favor que en tu contrato firmes por un límite de lágrimas preciso, no quiero más, en todo caso menos. No dejes tus palabras sin actos, y se consecuente con lo que haces en todo momento. Pérmitele a tu corazón que lata sin complicaciones, sin disgustos innecesarios y sin roturas para las que los puntos de sutura no sirven de cura. Sonríe, cómete la vida en sonrisas, y enséñale al mundo que si el Sol no brilla, tú brillas como ninguna. Ama, pero principalmente, ámate, mímate en todo momento. Ejercita tu cuerpo sin olvidar ejercitar tu mente, y no dejes nunca de lado quién eres, no te olvides de ti, y de que tú eres como tienes que ser, como eres. Saborea la vida, disfruta de tu presente y lucha por tus sueños. Plantéate metas y no te dejes vencer, supérate y no dejes que te digan nunca que no eres capaz de algo.

Aquí termina mi contrato, para dar lugar a tu nacimiento, sé feliz, prométemelo.
Yo te recordaré desde nuestra memoria.

viernes, 2 de marzo de 2012

Querer(te) - desquerer(me)

Empecé a desquererme, a perder el brillo de mis ojos, desde un principio, no existente. Sollocé al asimilar que tus ojos se posarían sobre una piel más suave, menos pálida o sobre unas manos más delicadas, menos torpes. Suspiré al enloquecer frente a mis miedos, al atisbar como se esfumaba mi último resquicio de seguridad, y empecé a desquererme. Conté una a una tus perfecciones hasta llegar a infinito, y después repasé, cuidadosamente, mis defectos tendiendo así a la misma cantidad de perfecciones que contiene tu cuerpo. Fusioné mi respiración con los acordes de mi corazón y deseché su interpretación, sonaba descompasado, arrítmico y carecía de belleza, opuesto completamente al sonido de tu voz. Enloquecí al intentar dibujar tu silueta corporal al lado de un ser diferente al mío, aún desconociendo si algún día eso sucedería, y empecé a desquererme. Comencé a quererte desmesuradamente, inmensa y ardientemente. Perdí la cordura en tus caderas y encontré las caricias que aún no te he dado escondidas bajo la mesa, cogiendo polvo, esperando a que las rescates. Recobré el sentido frente al espejo y me sentí tan pequeña que empecé a desquererme. Continué queriéndote, sin medida, sin limite y sin intermediarios. Deshojé mil y una margaritas para desentrañar el secreto de tu amor y lloré bajo la lluvia cuando insistieron en que no me querías. Me confundían. Habilité el espacio completo de mi corazón para que te sintieses como en casa y te preparé la cena para que cuando llegases la mesa estuviese puesta. De postre te escribí un poema de amor que, más tarde, rompí. Reconozco que nunca he sido buena poeta, por lo que sustituí el contenido del poema por un poquito de mi amor en directo, y lo endulcé con nuestros recuerdos, para que así te supiese mejor. Te ofrecí mi corazón, a sabiendas de que ya era tuyo, y solo te pedí a cambio que te quedases a dormir. Atónita volví a perderme en tu belleza y empecé a desquererme. Traté de encontrar en mí algo hermoso, y desintegré mis retinas hasta llegar a tus diapositivas. Naufragué en mis sueños y me desperté sin ti a mi lado. Empecé a desquererme, olvidé mi respiración, y volví a adentrarme en tus ojos. Descubrí que estaba a medio camino entre quererte y el paso siguiente, y me entró el miedo torpe de no saber si lo haría correctamente. Te estaba queriendo furiosa, incontrolable y apasionadamente, pero aún quedaba mucho camino por recorrer y mucho sentimiento por conocer. Te estaba queriendo a la par que me hipnotizaba el olor de tus besos, el sabor a ti que se respiraba en el ambiente. Hice oídos sordos a mis peticiones internas y me sumergí en ti para recobrar la inconsciencia. No volví a pensar en mi como prioridad y empecé a desquererme. Te besé con los ojos, con los labios de la distancia y con las manos de mi corazón. Te sentí a mi lado, aunque nos separasen mas de ochocientos puentes y obstáculos. Te abracé con amor, con los brazos de mis recuerdos y con la fuerza de mis interminables ganas. Me giré, no estabas y empecé a desquererme. Comencé a echarte de menos, aunque hacia ya tiempo que no estabas, aunque estuvieses siempre presente. Comencé a escuchar tu voz en estéreo, a gritar mi amor en cada uno de los habitáculos de mi cerebro y a quererte más de lo que habituaba a hacerlo.