viernes, 20 de junio de 2014

El insomnio más bonito de la primavera.

La primera vez que dormí contigo,
lo cierto es que no dormí.

Quizás tu atrapasueños si funcionase, 
por eso de que me robó el mío  
y me regaló un desvelo para verte dormir.

La primera vez que dormí contigo,  
no quería dormir.

Pero me hubiese encantado tener otra noche para poder hacerlo,
aunque estoy segura de que tampoco lo habría hecho.

La primera vez que dormí contigo
me quedé con las ganas 
en la punta de los dedos, 
de la lengua, 
de decirte que tienes una espalda perfecta
para terminar en ella todas las películas 
que contigo vería a medias.

No logro sacarte de la cabeza,  
y ya no quiero volver a abrir los ojos
porque te veo en todas partes
y no estás en ninguna de ellas.

Te veo en cada ventana que se abre
como pidiéndome que te cierre la puerta.

Porque un día la abriste de golpe, 
y desde entonces no la he cerrado
a expensas de que vuelvas.

Y eso que nunca te esperé,
que quizás siempre te he estado esperando.

Y eso que no sabes cual es mi casa,
pero si conoces mi barrio.

Y esa esquina que es más puta que las ganas que tengo
de volver a subirme a ese coche contigo.
Y volver a ese beso.

Volver a querer irme, 
para que me pidieses que me quedase.

Volver a verte, 
a confesarte que no quiero dejar de verte.

Porque son esas insaciables ganas de ti las que me dicen que si me vuelvo a subir a ese coche contigo voy a bloquear todos los pestillos con tal de no salir de ahí jamás.

Y es que es una auténtica putada 
imaginarme de nuevo en tu cama, 
entre tus piernas, 
sobre tus manos,
y no estar en ninguno de esos lados. 

Porque la primera vez que dormí contigo, por desgracia, también fue la última.
 

domingo, 15 de junio de 2014

No me hieras, extíngueme.



 
[Inserte bala mortal aquí.]

No se permiten balas de fogueo, 
ni segundos intentos.

Quiero un suicidio camuflado de asesinato.
En tus manos.

Será una fiesta en la que en vez de confeti utilizaremos pólvora,
en la que festejaremos todas esas veces que dije morir por ti,
que te eché la culpa cuando era propiedad mía.
La culpa, que no el cuerpo.
Que por mi culpa ya no era mío.

Te lo había cedido
y moriría siendo tuyo,
pero no por voluntad mía;
si no porque ya no era capaz 
de recuperar el control del mismo.

Motivo de mi muerte: No me quiero tuya.

Quiero una muerte sin rodeos, 
sin dejar víctima muerta y vegetal 
en un cuerpo aparentemente vivo. 

No quiero supervivientes de esta catástrofe que un día bauticé con el nombre de Amor. Ya bastante he sobrevivido a tu recuerdo con el único deseo vivo de yacer en tus marcas de nacimiento. Deseo para nada cuerdo, pero igual de involuntario que permanecer maniatada a tus huesos.

Aún no entiendo por qué razón hice de tu cuerpo mi patria, si tú nunca me quisiste conquistadora del mismo por mucho que jugases por las noches con mi bandera blanca.

Quiero una muerte digna, ya que la vida, contigo, no lo ha sido.
Me he desprendido de todo lo importante para que tú te sintieras algo que no eras.

Imprescindible.

Yo era imprescindible para mí y, en cambio, fue sin lo primero que me quedé. 
Y vienes a hablarme tú de supervivencia cuando has tenido más de lo que podías coger.

No me quiero libre,
no me quiero bonita;
no me quiero, ni me sé de ninguna forma desde que soy tuya.

Y así es justo como no me quiero.
Así que mátame.

Haz algo bien por una vez en tu vida:
Dispárame y no finjas piedad.

No mientas a una moribunda.
No me mires con cara de no haberme roto el corazón. 
De no haberme dinamitado los cimientos con premeditación.

No seas hipócrita, disfruta del momento;
sonríe mientras aprietas el gatillo y me disparas al corazón, 
porque en el fondo, nos estoy haciendo un favor.

Tú no me quieres, 
y yo no recuerdo la vida, 
o lo que quiera que sea esto, 
si no es intentando que lo hagas. 

Si te apenas es sólo porque nadie va a hacer por ti ni la mitad de lo que yo hice.

Sé justo, aunque eso es justamente lo que no sabes ser.
Y déjame ir. Pero no me hagas volver.

Vuélame los sesos del mismo modo 
y con la misma delicadeza 
con la que me cortaste las alas
y me hiciste perder la cabeza. 

Mátame bien muerta,
y déjame ahí.

No llames al 112,
no escuches a tu conciencia,
- si es que tienes -
porque mi única emergencia 
es alejarme para siempre de ti. 

Aunque eso conlleve desprenderme también de mí.

No te guardaré rencor si al menos esto lo haces bien,
y si, para variar, limpias nuestros destrozos.

Abandóname a la suerte de mi cadáver,
seguro que muerta tendré mejor suerte que viva. 

Por mi parte no te voy a desear nada 
que no te haya deseado en vida.

Ni tan siquiera...
Y mucho menos, la vida.