domingo, 24 de enero de 2016

Llamada en espera.

Durante semanas esperé tu llamada admitiendo que habías sido una insensible, 
que tu comportamiento había sido de lo más cruel y que no me merecías,
aunque te gustaría.

Esperé tu llamada porque me la merecía. 

Me merecía que vinieses y me suplicases perdón de rodillas, 
me merecía que llorases una mínima parte de lo que yo lo hacía
y hubiese estado bien que admitieses que la culpa no fue mía.

Esperé la llamada de la chica sin escrúpulos, como tú te describías. 
La misma chica que a mi me dejó sin recursos sostenibles de sonrisa. 

La chica sin escrúpulos que fue capaz de decirme que yo me miento, 
que yo no siento, 
que fantaseo.

Esperé tu llamada como tantas veces esperé que me hablaras, 
como otras tantas te esperé en la plaza, 

como aquella vez que llegaste 
y me destrozaste de una sola mirada.

Esperé tu llamada aún sabiendo que era pronto, 
que aún no se habían pegado bien todos los trozos.

La esperé porque, en el fondo, la deseaba. 
La esperé porque, no tan en el fondo, aún te deseaba.

Esperé tu llamada y no sé muy bien en qué pensaba para creer que podrías hacerlo; 
que te atreverías a descolgar el teléfono.

Esperé tu llamada como si te creyese capaz de decir 'lo siento', 
como si te imaginase articulando palabras de arrepentimiento, 
como si, de verdad, creyese que a ti también te duele todo esto.

Esperé tu llamada, pero pronto dejé de hacerlo,
porque si hubieses querido hacerlo, lo hubieses hecho hace mucho tiempo.

viernes, 8 de enero de 2016

Puedes estar tranquila.

No hace falta que te preocupes más por mí, yo estoy bien.

El cinismo es un camino lleno de puertas que se abren 
a medida que lanzas las promesas y escondes la letra pequeña.

Pero las puertas tal y como se abren, se cierran 
y de nada te servirá tratar de escapar o esconderte tras ninguna de ellas, 

porque por mucho que hayas dejado cojas a todas mis mariposas, 
a la primera que coge es a la mentirosa.

Correr en círculos es la forma que tienen de huir los cobardes 
y usar paraguas, cuando las cosas se ponen feas, 
es para los que nunca sabrán lo que es enamorarse.

Ahora, después de varios meses caminando hacia delante con un ojo en la nuca 
y una mano tendida al ayer por si decidías volver, entiendo que la culpa no fue mía.

Tampoco te la voy a echar a ti; 
puedes estar tranquila

Ahora arréglatelas tú solita con tus miedos y cobardías 
que bastante tengo yo con aprender a morrearme el corazón como tú jamás lo harías.

Que después de muchas noches pensando en ti y en mi -en nosotras-
y después de intentar luchar por ti y por mi -por nosotras-

por fin entiendo que la valentía es lo único que no puedes crear en las personas

y que la conciencia sólo la sufren aquellos que saben que han hecho algo mal 
porque, a diferencia de ellos, los que sentimos de más padecemos insomnio.

Que el qué dirán, el qué pensarán y el aquí no porque quizás nos vean 
es para aquellos que ponen rejas en todas las ventanas que tenemos aquí, a nuestra izquierda.

Que cuestionar el amor ajeno es la excusa perfecta para aquellos que nunca han sido bien queridos;
para aquellos que no sabrán querer bien porque piensan que del amor se nace aprendido 
y prefieren la triste comodidad a la felicidad tras el sacrificio.

Y es que después de muchos días esperando una respuesta 
me doy cuenta de que nunca te formulé la pregunta.

Que siempre leí entre líneas a mi manera, 
que puse la subjetividad del lado de la tortilla que me convenía 
y me imaginaba a tu espalda como mi bote salvavidas. 

Que la opacidad de la venda va en cuestión de cuanto valores tu valía 
y yo acepté gustar como animal de compañía y ser un pasatiempo como forma de vida. 

Que tú aún flotarás en tu mierda 
y yo seguiré hundiendo los dedos en mis heridas.

Pero, ¿qué quieres que te diga? 

Siempre he preferido las heridas de guerra que las úlceras que produce la cobardía.

Pero no voy a ser yo quien pretenda extinguírtela, 
aunque me gustaría.

A lo que venía:

Que tu secreto está a salvo, 
puedes estar tranquila. 

lunes, 4 de enero de 2016

Una indiferencia a tiempo te ahorra muchas tonterías.

Una se calla porque, a veces, 
se gana más omitiendo verdades que emitiendo puñales.

Porque no merece la pena rescatar residuos sentimentales, ni bofetones reciclables.

Que tropezaste con la piedra 
y lo importante no es quién la puso ahí, sino que te levantaste.

Que lloraste, que sufriste, que te rompiste porque quisiste. 
Otros no saben hacerlo, compadécete de ellos.

Que te arriesgaste.

Que pudiendo quitarte la venda decidiste dejarlo para más tarde, 
para poder abrazarle hasta que se marchase.

Que amaste, que te armaste de valor y luchaste. 
Que perdiste a alguien, pero, pese a todos, supiste encontrarte y reconquistarte.

Por eso no merece la pena hablar de nombres, ni buscar culpables. 
No es cuestión de castigar, ni de penalizar a nadie.

La conciencia es lo único que debe preocuparte.

Y el tiempo.
Porque el tiempo no nos lo va a devolver nadie.

Siéntete orgullosa porque tú no lo perdiste, 
sino que lo gastaste, que lo aprovechaste aunque te desaprovechasen.

Que si ellos han ganado o han perdido, no interfiere en tu camino. 
Que tú has aprendido a perdonar y ya sólo por eso te aseguro que has vencido.

Que el rencor es el lastre de los que han perdido a un ser que no creían querido 
y se acomodan en el odio para no admitir que se han confundido.

Una se calla porque a veces sobran las palabras;

porque una indiferencia a tiempo te ahorra muchas tonterías 
y te permite disfrutar realmente de la vida.