domingo, 11 de septiembre de 2016

Mi mayor miedo.

Me da miedo que descubra que soy humana;
una humana imperfecta que tiembla cuando ella se acerca.

Me aterra la idea de que conozca mi parte más tierna 
y aquella que siempre aparece cuando las cosas se ponen feas.

Algún día me verá llorando y comprobará que no soy de piedra;
que estoy hecha de cristal y que tengo aristas que aún atraviesan.

¿Tú crees que entonces se dará la vuelta y cerrará la puerta?

Me da miedo que le entren ganas de echar a correr 
cuando a mi sólo me apetezca correr hacia ella.

El día que amanezca en su cama 
con la trenza deshecha y con las ojeras puestas 
será el día en que realmente me vea;

y, de sólo imaginármelo, 
me bailan las piernas.

Me da miedo que conozca mis manías y que le espanten mis rarezas.

Yo que siempre camino por el lado del corazón
y que no soporto a la gente que quiere a medias.

La mitad del mundo me sobra 
y la otra mitad se silencia 
cuando estoy con ella.

Y es que no te haces una ligera idea de lo inevitable que me resulta quererla.

Ojalá entendieras que mi mayor miedo es el de perderla.

martes, 6 de septiembre de 2016

La felicidad es una persona vestida de ganas de hacer feliz a otra.

La chica feliz que cohabita conmigo es un espejo roto que se gusta a sí mismo;
se sonríe continuamente y le guiña un ojo a sus supuestos siete años de mala suerte.

La chica feliz que cohabita conmigo es la última vida de un gato que tropezó seis veces con el mismo abismo 
y que reconoce que, si es por amor, volvería a hacer lo mismo.

La chica feliz que cohabita conmigo convive con una niña interior que siempre ha creído que los Reyes Magos son las personas valientes y que el mayor regalo que puede hacerte alguien es demostrarte que lucharía por ti; porque te quiere.

Ella no le tiene miedo a reconocer abiertamente que tiene miedo,
ni siente vergüenza de avergonzarse cuando tropieza más de una vez con la misma historia inconexa de persona que quiere a persona que dice quererla, pero que, en realidad, se avergüenza de ella.

Le avergüenza quién no sabe querer
y admira a quién lo intenta con todas sus fuerzas.

Ella no entiende a quiénes aún piensan que pueden evitan querer
y que tienen el poder de elegir querer a quién ellos quieran.

Querer es algo que se hace sin querer y sin querer, ni poder evitarse.

Evitar es idear un plan B antes de que el plan A fracase;
y el fracaso es un aprendizaje que no debería evitarse.

La chica feliz que cohabita conmigo no se autocompadece del dolor producido por todos esos capullos que se ha ido encontrado por el camino, sino que les regala flores un año después de haber renacido y les envía una carta en la que siempre les escribe lo mismo.

"A ti te va a doler más de lo que a mí me ha dolido, porque yo te he sobrevivido, pero tú no tendrás más remedio que morir contigo".

La chica feliz que cohabita conmigo guarda en una hucha todos los besos que le han dado en las rodillas, en la frente y en la nuca y todas las arrugas que se forman en las comisuras de las personas que sonríen en presencia suya.

A fin de cuentas, ella está segura de que la suerte es sólo la excusa
que usan quiénes no saben que, para poder tenerla, primero hay que salir en su búsqueda.


domingo, 4 de septiembre de 2016

Camarote para dos.

Necesito decirle a Cupido que esta vez se ha pasado de listo;
que disparar al lado izquierdo sin previo aviso, debería estar prohibido.

No debería estar permitido que el mundo se hubiese empeñado en colocarnos en continentes distintos.

Lo siento,
no sólo me he enamorado del recipiente,
también lo he hecho del contenido.

Necesito decirle a Cupido que esta vez se lo permito;

que la distancia es sólo una excusa 
y que las ganas son el motivo de no irme si no es contigo.

Yo tan barco a la deriva sin un bote salvavidas
y tú con esos labios de faro anunciando que algo bueno estaba a la vista.

Resultaste ser una búsqueda del tesoro que no estaba prevista.

(y que suerte la mía…)

Me sonreíste y mi única opción fue la de darme por vencida,
pero nunca me sentido tan ganadora como aquel día.

viernes, 2 de septiembre de 2016

A diferencia de ti.

Te aseguro que debajo de esta fachada de chica dura hay un corazón latiendo.

A diferencia de ti, 
yo siempre he terminado por reconocer lo que siento.
Y ahora siento que esto se haya terminado.

Si hace cinco años me hubiesen dicho 
que estaría escribiéndote esto ahora mismo,
no me lo hubiese creído.

Si hubiese puesto la mano en el fuego 
confiando en un final alternativo,
también a ella la hubiese perdido.

Mi cabeza y mi corazón aún intentan encontrar su sitio.

¿Por qué hiciste leña y prendiste fuego a un árbol que aún no se había caído?

Si bien es cierto que nos torcimos 
y que, en ocasiones, no supimos ir de la mano por el mismo camino,

también te diré que siempre busqué el musgo bajo tu ombligo,
porque sabía que allí residía mi norte; contigo.

A ti se te olvidó que para poder ser leñador, 
primero hay que saber ponerse en la piel del árbol.

(tú ahora presumes de corteza y yo no me avergüenzo de mis arañazos)

También se te olvidó que, para poder ser juez, 
primero hay que aprender a ser juzgado.

(por eso yo seguiré llorando sin miedo al rechazo y tú continuarás viviendo en un completo engaño)

¿Qué demonios haces con mis órganos vitales entre las manos?
¿y quién te ha dado el derecho de controlarlos?

Dime qué piensas hacer con ellos y dónde pretendes abandonarlos.

Te aseguro que aun no entiendo cómo aquel día pudiste verme y mirar para otro lado.