jueves, 3 de mayo de 2012

No son sólo letras.

No recuerdo la fecha exacta de la primera vez que cogí un bolígrafo, ni tampoco tengo una imagen mental que me recuerde mi primera vez frente al papel con el lápiz en la mano, pero desde que mi mente es capaz de trasmitirme mis vivencias me recuerdo escribiendo. 

No sé si siempre me ha gustado, o si alguna que otra vez he rechazado sentarme y escribir. Mentiría si afirmarse algo que desconozco, y por eso dudo, e intento hablar únicamente de lo que se, de lo que recuerdo, y ahora mismo no sé que sería de mi si me prohibiesen hacerlo, si me prohibiesen expresar a través de las palabras escritas lo que pienso, lo que siento y cómo lo hago. Sobreviviría, no puedo dramatizar y decir que me moriría, encontraría otra vía de escape, pero no me sentiría cómoda, al menos no tanto, y me costaría acostumbrarme.

A mi yo pequeña le gustaba escribir cualquier cosa, nombres, canciones, jeroglíficos que seguramente a día de hoy ni tan siquiera yo descifraría. Crecí, y mi pasión creció conmigo, a la vez que yo, y nos hicimos íntimas amigas. Yo narraba mis tropiezos, mis desenlaces amorosos, intentaba describir mis primeras mariposas en el estómago, y también cómo colocaba los puntos de sutura sobre mi piel cuando ésta supuraba y mis músculos y huesos bajo ella se resentían.

Ahora continúo escribiendo, sobre mi presente, pensando a veces en un futuro que no tengo prisa en que llegue y recordando muchas veces el pasado que me ha hecho llegar hasta donde he llegado, hasta donde me encuentro ahora.

Escribo cualquier cosa que se me pasa por la mente, y cualquier sensación que me resuena en el interior, y aunque mi madre siempre me ha insistido en que podría ganarme la vida con esto, y en que ella me apoyaría en la búsqueda de la fórmula que consigue unir mi vida personal a mi vida profesional a través de mis escritos, yo nunca me he creído tan buena como para intentarlo, pero no me veo capaz de dejar de hacerlo, y tampoco quiero. 

Escribo, creo sucesiones de palabras, y aunque a veces ni yo misma me entiendo, las letras me hacen sentirme en casa. Me relajan, me apasionan y no concibo un mundo exento de palabras, por mucha falta de silencios que tenga este mundo en el que vivimos. Las palabras, junto con las caricias, las sonrisas, las miradas, e incluso junto con las lágrimas, pueden llegar a transmitir lo más puro, lo más sincero y lo más bello, y de hecho, muchas veces lo hacen. 

Las palabras nos ayudan a verbalizar lo que a veces no son somos capaces de explicar sin ayuda. A veces tanto sólo necesitamos un pequeño pedazo de papel donde reposar un bolígrafo que guiado por nuestros sentimientos consigue que una historia se escriba por ella misma. Las palabras, algo que parece tan simple, tan vacío, tan frío... pero que puede convertirse en todo lo contrario. Una palabra de cariño, de afecto, una palabra que te ayude a superarte, a creer en ti, un bonito texto de amor o una carta de despedida, porque a veces las palabras también duelen.

Hablaba de que pueden ser lo más bello, y es cierto, no miento, pero también pueden ser tristes, dolorosas, incluso crueles. Las palabras tienen el poder de conseguir en nosotros cualquier tipo de sensación opuesta completamente a la anterior y a la que vendrá después. Te transportan con facilidad al lugar más dulce del planeta, y pueden llevarte al fin del mundo si se lo proponen, pero también pueden enterrarte a cien mil pies bajo tierra.

Las infravaloramos, e infravaloramos el poder que tenemos nosotros sobre ellas, y ellas sobre nosotros. Pecamos de ingenuos y muchas veces decimos cosas a la ligera, sin pensar lo más mínimo en las consecuencias que pueden traer a quién se las dirigimos o en los daños que pueden ocasionar a su paso, y nos equivocamos, cómo tantas y tantas veces habremos errado en otros ámbitos, por lo que debemos tener cuidado de lo que decimos y de cómo lo decimos. Es fácil, sólo debemos sentir las palabras en nuestra piel, y probar a ver como suenan en nuestros oídos, antes de entregárselas a otro.


Son palabras, son letras, y son más de lo que muchos imaginan. Son "nada" para algunos, y son mucho para otros, y entre estos últimos, me incluyo yo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario