miércoles, 7 de octubre de 2015

Enamorarse o morir.

Cuando te dije que tenías permiso para destrozarme la vida te lo decía completamente en serio.

El amor es la hostia a destiempo que te hace cometer muchas tonterías,
y yo me quiero desde que te quiero;

Soy el daño colateral de haberme enamorado de ti.

Al borde de tus acantilados descubrí que padecía vértigo;
por eso ya sólo puedo mirarte a los ojos cuando me aprietas las manos.

Saltar al vacío es intentar volver a casa sin un beso de buenas noches en tu portal,
es creer que soy capaz de volar aunque te vayas, porque gracias a ti me crecieron alas.

Voy a decirlo en voz alta a ver si así, de una vez por mí, consigo que te lo creas:

Te quiero.

Te quiero porque no me pides que lo haga, ni lo esperas, ni me esperas,
pero siempre que llego me recibes con las ventanas de tu sonrisa abiertas.

Llegaste y me estalló de golpe toda la felicidad en la cara;
y yo no pude más que arrancarme todas las pestañas y suplicarle a cada una de ellas que te quedaras.

El amor es un tándem ilógico;
un suicida que se enamora de un paracaídas
y un paracaídas que prefiere enamorarse que asegurarse la caída;
que prefiere hacerse la piel jirones de la mano del suicida antes que morir intacto toda su vida.

Ya sabes, aquí es enamorarse o morir.
Y yo ya no puedo elegir.

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