viernes, 18 de septiembre de 2015

Feliz tribesario.

Anoche volví a soñar contigo...
y me desperté justo cuando tus labios iban a rozar los míos.

No recuerdo hace cuántos días que no te beso; he dejado de contarlos hace algo así como un milenio. El tiempo sin ti se me queda en las manos, se me atraganta en el pecho, me duele en las rodillas y me agrieta los labios.

Aunque ahora ya no estás te espero en la plaza de vez en cuando, frecuento los sitios a los que íbamos y releo conversaciones que parece que sucedieron hace años.

No recuerdo hace cuántos días que no te beso, pero me acuerdo perfectamente del primero, igual que me aprendí de memoria todos los diálogos de mi película favorita. Aquel día te reconocí que me sentía como en un sueño, pero ya ni en mis mejores sueños te beso.

Vivo en un cementerio de dientes de león, estrellas fugaces y pestañas 
que murieron pidiendo el mismo deseo. 

Aquel día te reconocí que tenía mucho miedo, que te tenía mucho miedo; 
no estoy acostumbrada a que la vida me sonría de manera tan bonita. 

Ojalá te pusieses frente a un espejo y te vieses como yo te veo... sé que con mis ojos te enamorarías del reflejo, y estoy segura de que, si Narciso te hubiese conocido, no se hubiese enamorado de sí mismo.

Estoy segura de que si volvieses a mirarme, entenderías todo lo que no te digo...
pero un día dejaste de verme y yo no soporté volver a mirarme. 

Ya no queda un sólo espejo en pie, ni un sólo latido a tiempo; 
tengo el corazón roto y las manos llenas de sangre y cristales.
(he sido yo la culpable)

Dime cuántos años de mala suerte me merezco ahora que no tengo.

Dime a cuántos besos luz estoy de olvidarte y si aún hay forma de volver atrás en el tiempo, 
si aún estamos a tiempo de retroceder tres meses para regresar a aquel primer beso.

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