Amor, te he dejado la pistola a
los pies de la cama;
si te
levantas con el pie izquierdo, no dudes en dispararla.
El único miedo que tengo es que nunca más lo hagas,
que te
deshagas del arma y me dejes con las huellas intactas.
Soy la perfecta diana, la Eva que mordió la manzana
consciente
de que el paraíso no es un sitio, sino con quien eliges
compartirlo.
Así que deja las manos donde pueda sentirlas.
En la mesita de noche te he dejado un par de besos de buenos días.
-llámame
si necesitas alguno más.-
Soy el
monstruo debajo de todas las camas en las que no me haces el amor;
la niñita
a la que le han salido astillas en los ojos de tanto abrazar capullos
llenos de espinas.
Pero, de pronto, llegas tú con tu saliva
y lo
único que escuece es que hayas tardado tanto en llegar a mi vida.
El mundo
no entiende que el amor no es poner la otra mejilla,
es saber
dar la cara y no darle nunca la espalda a quién se pondría entre la espada y la
pared
sólo por
que a ti no te pasase nada.
Que yo
tiendo a quererme lo que dura una canción bonita,
pero tú
has resultado ser la perfecta banda sonora con la que podría querernos toda la
vida.
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