domingo, 16 de noviembre de 2014

Eres Otoño, amor.

















Es Otoño desde que has barrido todo rastro de mi tristeza, 
y has decido esperar, sentado a mi lado, 
a que nos nazcan, de entre los besos, las flores. 

Es Otoño desde que aceptaste que tengo espinas
y que no dudaré un segundo en clavártelas
si me enamoro de ti y juegas a que olvide mis raíces.

Es Otoño desde que escuché latir tu corazón
acostada sobre tu pecho,
y me desnudaste con los ojos
y me deshojaste todos los miedos.

Es Otoño
y te siento tiritar,
te abrazo bajo tu chaqueta
y el mundo se vuelve Verano;
pero yo sé que es Otoño. 

Porque has llegado.

Has llegado pese al frío, 
cantando bajo la lluvia,
después de tantas tormentas

y me has sonreído,
como quién pide guerra
usando su mejor grito de paz.

Has llegado, Otoño,
y me has abrazado sin pedirme nada a cambio.

Me ofreces un cambio de vida,
un camino de ida y vuelta,
una mano por si las caídas;

un paracaídas lleno de besos,
un beso, 
otro beso,
y otro.

Un millón de besos.

Y a cambio un beso,
otro beso,
y otro.

Un millón de besos 
que no cambio por nada
que no empiece por tu nombre
y acabe en mi cama.

Es Otoño, 
amor.

Es Otoño desde que me robaste las hojas
en las que le escribía al desamor
y las hiciste trizas,
y las echaste a volar;

como los cien pájaros que no intentaste atrapar 
cuando te confesé que me quiero libre,
que me sé libre,
que me necesito libre,

que el amor me hace libre, 
siempre y cuando nadie trate de encerrarlo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario