Prometiste volver,
pero no aclaraste a qué.
Prometiste venir,
pero no especificaste cuando,
ni si vendrías acompañado.
No te pedí que lo hicieses,
pero me dijiste que lo harías.
Y yo,
como siempre,
creyéndome tus mentiras.
Me pediste que dejase la puerta,
de par en par, abierta,
dispuesta a tu supuesto regreso;
con acceso restringido al público,
es decir,
cerrada al resto.
Y accedí.
Asentí.
Como la niña que asintió a un desconocido, en la puerta de la escuela,
cuando le preguntó, entre caramelos, si le acompañaba a dar una vuelta;
pidiéndole que fuese buena,
Como la adolescente que asintió, por moda, miedo o vergüenza,
cuando le ofrecieron su primer trago y se fumó su primer cigarro.
Como la joven que asintió, fruto de la curiosa inexperiencia,
a aquel grupo de chavales que la invitó a jugar a meterse mano;
a ser una chica mala durante un rato.
Como la mujer que accedió,
con la necesidad apretándole en las manos,
con la necesidad apretándole en las manos,
a ser la acompañante de aquel hombre adinerado,
por lo que, en aquel momento, le pareció un buen fajo.
por lo que, en aquel momento, le pareció un buen fajo.
Como la idiota que asintió y te susurró: siempre te estaré esperando.
Asentí.
Accedí y me senté a esperarte en la trastienda del infierno.
Yo que me creía estar tomando una cerveza junto a San Pedro;
esperándote a las puertas de lo que yo consideraba que, contigo, sería el cielo.
Te perdí a medida que lo iba pronunciando.
Me perdí a medida que lo iba llevando a cabo.
Me perdí a medida que lo iba llevando a cabo.
Y pasé de ser niña a ser difunta en vida.
De ser adolescente a ser el humo que me consumió entre tus labios.
De ser una joven bonita a ser comercializada como polvo barato.
Me convertí en un cadáver de mujer con el corazón empolvado y oxidado.
Con mucho dinero en los bolsillos y nada en el pecho que valiese algo.
En una idiota que dinamitó sus cimientos,
a la espera del que creía el arquitecto de sus sueños.
Dejando como herencia
un rastro de escombros,
de excrementos y despojos,
de sueños y tacones rotos,
de muñecas viejas y pintalabios rojos.
El tiempo perdido envasado al vacío,
y el amor que nunca tuvo,
reciclado como vidrio.
El mismo que dijo ser y no pudo,
que no pudo volver porque nunca estuvo,
que pudo llegar, pero no quiso;
salvarla del abismo
provocado por él mismo.
reciclado como vidrio.
El mismo que dijo ser y no pudo,
que no pudo volver porque nunca estuvo,
que pudo llegar, pero no quiso;
salvarla del abismo
provocado por él mismo.
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