Anoche me despertó tu ausencia.
Estaba haciendo las maletas.
Ya no desea que vuelvas
y ha comprendido lo absurdo
de querer a alguien como a nadie
cuando te cambiaría por cualquiera.
Querer a alguien para toda la vida
cuando nunca se quedaría para compartirla.
Los pedazos del corazón que tú me rompiste
están colonizándome la boca del estómago,
a base de arcadas,
desde tu primera mentira pronunciada.
Trataste de cubrirle las espaldas
a tu incapacidad para dar la cara
y me diste más de mil motivos
para tener ganas de cruzártela.
Pero no mereces la pena,
ni el poder de condenarme a ella.
No eres alguien que merezca ser querido,
ni tienes algo que merezca mi sacrificio.
Cariño,
tú eres algo que ya no quiero,
y yo tengo algo que nunca has tenido;
el corazón en su sitio.
Te mereces un adiós, querido.
Y aquí tienes el mío.
No hay comentarios:
Publicar un comentario