Te echo tanto de menos que he empezado a echarme de más;
que tropiezo conmigo
misma e intento echarme a un lado,
echarle ganas, echarle
huevos hasta conseguir
que tengas ganas de
volver a empezar.
Te echo tanto de menos
que me he hecho de cristal. Y me he roto.
Siento como mis
fragmentos lloran sobre nuestros recuerdos,
y como tu nuevo amor
me corta las alas y me guiña un ojo.
Yo nos beso, mi
amor,
porque los recuerdos
son eternos,
y aquí dentro aún nos
queremos.
Mi amor,
te echo tanto de menos
que espero que tú también lo estés haciendo.
Que tengas tantas
ganas como yo de robarme un nuevo primer beso.
Que recuerdes el
primer abrazo y te nazcan las ganas de quedarte a vivir dentro.
Te echo tanto de menos
que intento no pensar en ello,
no pensar en lo que
pudo ser y nos deshizo,
en lo que pudimos
tener y detuvimos.
Lo que más me duele es
que ahora que te echo de menos no puedo decírtelo.
(por eso te lo
escribo)
Mi amor,
estoy cansada de
perderme por piezas,
de enviarme en
fascículos hasta tu puerta,
de no recibir ningún
tipo de respuesta.
Me estoy hartando de
restarme, yo que sólo quería sumar.
Mi amor,
ahora que te has ido y
has cerrado todas las puertas,
vuelvo a temerle a
ventanas abiertas.
Aunque quiero que
sepas que si vuelves,
te abriré todas mis puertas.
Quiero que sepas que
te echo de menos.
Que te echo tanto de
menos que ya no recuerdo como era el no hacerlo.
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