lunes, 11 de agosto de 2014

Amnesia etílico-sentimental.

Tengo el amor propio
a la altura de la suela de tus zapatos.

Es decir,
bajo tierra.

Como tus principios.
Como nuestros finales.

Y toda nuestra basura sentimental intentando florecer en alguna parte.

"Mala hierba 
nunca muere",
y yo ya no intento matarte,
porque sólo consigo deshojarme.

Yo ya sólo aspiro a recuperar los pétalos que un día me robaste.

Tengo al superviviente 
de tu último abrazo
colgado de la barra del bar
al que preferías ir solo
en vez de mal acompañado.

Teniendo en cuenta que,
a excepción de la mía, 
todo era buena compañía.

Y ahí lo tienes,
bebiéndose,
uno a uno,
mis desvelos
por tus engaños
a cambio de sueños
o de una falta de sueño
en la que no aparezcas 
tras cada vaso.

Está probando suerte 
jugando a la ruleta,
a ver si en una de ésas
una bala le vuela la cabeza.

Se ofrecen consuelos de garrafón
para corazones hechos harapos,
amor del barato
y una resaca de infarto,
preferible a beber de tu copa un trago.
A perderme entre tus piernas un buen rato.

Pero al final acabo otra vez borracha
y me olvido de dónde está mi casa,
aunque recuerdo perfectamente
dónde está la tuya.

Olvido por qué no debo ir a buscarte,
y lo acabo haciendo.

Porque no sé,
pero en ese momento no quiero ir a ninguna otra parte.

Y es una putada encontrarme frente a tu casa
como un enfermo terminal de Alzheimer
que se siente frustrado y desorientado
cuando no sabe por qué está ahí,
ni cómo ha llegado,
ni a quién demonios está esperando.

Se me han trasladado
las ganas de vivir a los tobillos
confundidas con mis ganas de huir
de este sitio que te lleva consigo.

Me duele el corazón de esperarte tanto.
-aunque no sepa por qué aún lo hago-

O sí,
pero ese es otro caso.

- Ponme otro trago.
Y ya veremos dónde acabamos.




No hay comentarios:

Publicar un comentario