viernes, 25 de octubre de 2013

La banda sonora de mi vida suena a ti.

Aún recuerdo cuando escuché tu silencio por primera vez,
de hecho, al principio, casi todo eran silencios. 

Y yo me fui encariñando de ellos como, más tarde, me fui enamorando de tu voz. 

No podría explicarte lo que sentí la primera vez que fue tu voz y no la voz de Madrid lo que inundo aquella habitación de hotel en la que comprendí que estaba enamorada de ti, pero también de Madrid, porque ella te había traído a mí.

En cambio, rompí con ella y te paseé por sus calles, 
por todas y cada una de sus calles sin soltar tu mano, 
besándonos y tentando a todos los semáforos. 

Rojo, te beso; verde, también.
Ámbar, cruzamos rápido para besarnos en la otra acera.

Madrid me respondió con una sonrisa, porque sabe que todos nos enamoramos de ella,
pero que tarde o temprano la dejamos para ser aún más felices de lo que ya éramos.

Creo que no me guarda rencor, 
y espero que no lo haga porque yo la quiero por lo que fue, y por ti.
Por tu voz.

Porque me permitió escucharla y acompañarla durante lo que a mi me parecieron escasos segundos, durante lo que el calendario dijo ser días, pero que me supo tanto, y a tan poco.

Tampoco voy a ser egoísta, la tuve, 
y eso es más de lo que otras podrán decir.

La escuché ser feliz, o eso parecía. 
La escuché reír tan alto que nuevamente la voz de Madrid dejó de ser ruido para ser murmullos. Ella también quería escucharla, también ella la amaba. 
Y dudo que haya dejado de hacerlo.

Y es que estoy segura de que si pudiese enamorarse de un objeto,
no tendría más remedio que enamorarse de un espejo.

2 comentarios: