viernes, 2 de marzo de 2012

Querer(te) - desquerer(me)

Empecé a desquererme, a perder el brillo de mis ojos, desde un principio, no existente. Sollocé al asimilar que tus ojos se posarían sobre una piel más suave, menos pálida o sobre unas manos más delicadas, menos torpes. Suspiré al enloquecer frente a mis miedos, al atisbar como se esfumaba mi último resquicio de seguridad, y empecé a desquererme. Conté una a una tus perfecciones hasta llegar a infinito, y después repasé, cuidadosamente, mis defectos tendiendo así a la misma cantidad de perfecciones que contiene tu cuerpo. Fusioné mi respiración con los acordes de mi corazón y deseché su interpretación, sonaba descompasado, arrítmico y carecía de belleza, opuesto completamente al sonido de tu voz. Enloquecí al intentar dibujar tu silueta corporal al lado de un ser diferente al mío, aún desconociendo si algún día eso sucedería, y empecé a desquererme. Comencé a quererte desmesuradamente, inmensa y ardientemente. Perdí la cordura en tus caderas y encontré las caricias que aún no te he dado escondidas bajo la mesa, cogiendo polvo, esperando a que las rescates. Recobré el sentido frente al espejo y me sentí tan pequeña que empecé a desquererme. Continué queriéndote, sin medida, sin limite y sin intermediarios. Deshojé mil y una margaritas para desentrañar el secreto de tu amor y lloré bajo la lluvia cuando insistieron en que no me querías. Me confundían. Habilité el espacio completo de mi corazón para que te sintieses como en casa y te preparé la cena para que cuando llegases la mesa estuviese puesta. De postre te escribí un poema de amor que, más tarde, rompí. Reconozco que nunca he sido buena poeta, por lo que sustituí el contenido del poema por un poquito de mi amor en directo, y lo endulcé con nuestros recuerdos, para que así te supiese mejor. Te ofrecí mi corazón, a sabiendas de que ya era tuyo, y solo te pedí a cambio que te quedases a dormir. Atónita volví a perderme en tu belleza y empecé a desquererme. Traté de encontrar en mí algo hermoso, y desintegré mis retinas hasta llegar a tus diapositivas. Naufragué en mis sueños y me desperté sin ti a mi lado. Empecé a desquererme, olvidé mi respiración, y volví a adentrarme en tus ojos. Descubrí que estaba a medio camino entre quererte y el paso siguiente, y me entró el miedo torpe de no saber si lo haría correctamente. Te estaba queriendo furiosa, incontrolable y apasionadamente, pero aún quedaba mucho camino por recorrer y mucho sentimiento por conocer. Te estaba queriendo a la par que me hipnotizaba el olor de tus besos, el sabor a ti que se respiraba en el ambiente. Hice oídos sordos a mis peticiones internas y me sumergí en ti para recobrar la inconsciencia. No volví a pensar en mi como prioridad y empecé a desquererme. Te besé con los ojos, con los labios de la distancia y con las manos de mi corazón. Te sentí a mi lado, aunque nos separasen mas de ochocientos puentes y obstáculos. Te abracé con amor, con los brazos de mis recuerdos y con la fuerza de mis interminables ganas. Me giré, no estabas y empecé a desquererme. Comencé a echarte de menos, aunque hacia ya tiempo que no estabas, aunque estuvieses siempre presente. Comencé a escuchar tu voz en estéreo, a gritar mi amor en cada uno de los habitáculos de mi cerebro y a quererte más de lo que habituaba a hacerlo.


No hay comentarios:

Publicar un comentario