martes, 22 de noviembre de 2011

Desorden.

Las melodías retumban sobre mis tímpanos, se sumergen en mi corazón y poniéndoles atención me doy cuenta de que la única palabra que se cuela en mis pensamientos es tu nombre. Es posible que sean solo espejismos, o que mi mente haya mimetizado mis sentimientos hasta tal punto que cualquier palabras que se cuela en mis conductos auditivos sea traducida a un "te quiero" con tu nombre colocado cuidadosamente tras una coma. Es probable que cualquier sonido que provenga de tu aparato fonador se convierta en música para mis oídos, pero también cabe la posibilidad de que me estuviese volviendo loca entre estas cuatro paredes. Lo cierto es que tanto estas cuatro paredes como los músculos que bombeaban sangre en mi interior estaban recubiertos con fotografías tuyas, por lo que, dejando a un lado mi posible locura, era imposible que no pensase en ti. 

Durante este tiempo todas las palabras me habían sabido a ti, a tu sonrisa, a mis ganas de hacerte feliz, y sin duda alguna, el proceso de reversión me iba a resultar más duro de lo que jamás hubiese imaginado. ¿Quién me iba a decir a mi que tú ibas a balancear mi mundo? Pero lo has hecho y, de hecho, lo haces, y creo que lo seguirás haciendo durante algún que otro millón de fracciones de segundo más, o incluso más, que es lo más probable.

Analizando mi corazón me paralizo, o eso creo. No sé muy bien si es mi corazón el que frena, o son mis extremidades las que cesan de emitir cualquier movimiento. Lo único que se es que el aire que se cuela por mis conductos respiratorios está cada vez más frío, más vacío de ti, de nosotras, y yo me lleno de nada.

Me estremezco al pensar que esto sólo ha sido un bonito sueño, y que nada de lo que hemos creado es real. Me asusto, me aterrorizo, y me entran ganas de echar a volar. Quisiera despertarme hoy y que tú estuvieses aquí, quisiera abrir los ojos, y ver que el sueño más bonito es la realidad que tengo delante de mi, tú. Porque más bonito que tú, no hay nada. Pero me despierto, y tú no estás, y mi corazón es el encargado de avisarme. Él me pide una sonrisa, yo le devuelvo una mueca ladeada, y él baja la mirada. Lo comprende y sabe que incluso el sonido de sus latidos, hoy, me ensordece, por lo que intenta latir más bajito para no incomodarme, y entre latido y latido me susurra que tú volverás, que volverás y te quedarás, aunque se que me lo dice para que esta vez si sonría...



No hay comentarios:

Publicar un comentario