viernes, 8 de enero de 2016

Puedes estar tranquila.

No hace falta que te preocupes más por mí, yo estoy bien.

El cinismo es un camino lleno de puertas que se abren 
a medida que lanzas las promesas y escondes la letra pequeña.

Pero las puertas tal y como se abren, se cierran 
y de nada te servirá tratar de escapar o esconderte tras ninguna de ellas, 

porque por mucho que hayas dejado cojas a todas mis mariposas, 
a la primera que coge es a la mentirosa.

Correr en círculos es la forma que tienen de huir los cobardes 
y usar paraguas, cuando las cosas se ponen feas, 
es para los que nunca sabrán lo que es enamorarse.

Ahora, después de varios meses caminando hacia delante con un ojo en la nuca 
y una mano tendida al ayer por si decidías volver, entiendo que la culpa no fue mía.

Tampoco te la voy a echar a ti; 
puedes estar tranquila

Ahora arréglatelas tú solita con tus miedos y cobardías 
que bastante tengo yo con aprender a morrearme el corazón como tú jamás lo harías.

Que después de muchas noches pensando en ti y en mi -en nosotras-
y después de intentar luchar por ti y por mi -por nosotras-

por fin entiendo que la valentía es lo único que no puedes crear en las personas

y que la conciencia sólo la sufren aquellos que saben que han hecho algo mal 
porque, a diferencia de ellos, los que sentimos de más padecemos insomnio.

Que el qué dirán, el qué pensarán y el aquí no porque quizás nos vean 
es para aquellos que ponen rejas en todas las ventanas que tenemos aquí, a nuestra izquierda.

Que cuestionar el amor ajeno es la excusa perfecta para aquellos que nunca han sido bien queridos;
para aquellos que no sabrán querer bien porque piensan que del amor se nace aprendido 
y prefieren la triste comodidad a la felicidad tras el sacrificio.

Y es que después de muchos días esperando una respuesta 
me doy cuenta de que nunca te formulé la pregunta.

Que siempre leí entre líneas a mi manera, 
que puse la subjetividad del lado de la tortilla que me convenía 
y me imaginaba a tu espalda como mi bote salvavidas. 

Que la opacidad de la venda va en cuestión de cuanto valores tu valía 
y yo acepté gustar como animal de compañía y ser un pasatiempo como forma de vida. 

Que tú aún flotarás en tu mierda 
y yo seguiré hundiendo los dedos en mis heridas.

Pero, ¿qué quieres que te diga? 

Siempre he preferido las heridas de guerra que las úlceras que produce la cobardía.

Pero no voy a ser yo quien pretenda extinguírtela, 
aunque me gustaría.

A lo que venía:

Que tu secreto está a salvo, 
puedes estar tranquila. 

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