Lo peor
no fue el “no” que me dijiste,
sino el
“nunca” que tanto tiempo te callaste.
Lo peor
no fue la mano que escondiste tras la piedra que lanzaste,
sino ser
la tonta que aun sangrando se girase esperando a que volvieses y la besases.
Porque lo
peor no es el dolor,
es no
entender nada y haberse encariñado de la herida,
igual
que antes lo hiciste del arma.
Lo peor
no es que no me hayas creído,
sino
saberme incapaz de luchar contra esto
y de
dejar de quererte como ahora te quiero.
Porque
amar no es tan sencillo como besar y decir "te quiero",
y el
desamor es una putada en cualquiera de sus contextos.
Para
amar no existe un plazo de inscripción,
ni hay
que cumplir unos requisitos previos.
El amor
no tiene límites de actuación, no tiene fecha de caducidad,
y
tampoco cuenta con fianzas por si las cosas salen mal.
La mano
que juegas sólo es lo importante si es la que te salvaría la vida
y, a
veces, somos tan imbéciles que nos jugamos más por quién menos nos daría.
Pero no
importa porque quien arriesga, ama, y ese siempre es el que gana.
Porque
en el amor no merece la pena guardarse cartas bajo la manga,
no
compensa hacer trampas para ganarte un As de corazones
que no
vas a cuidar tras cada jugada.
Por eso
lo que más duele no es perder la partida,
sino
ser consciente de tu ludopatía.
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