miércoles, 18 de noviembre de 2015

Lo peor fue no poder ser después de conseguir estar.

Lo peor no fue el “no” que me dijiste, 
sino el “nunca” que tanto tiempo te callaste.

Lo peor no fue la mano que escondiste tras la piedra que lanzaste,
sino ser la tonta que aun sangrando se girase esperando a que volvieses y la besases.   

Porque lo peor no es el dolor,  
es no entender nada y haberse encariñado de la herida,  
igual que antes lo hiciste del arma.

Lo peor no es que no me hayas creído,
sino saberme incapaz de luchar contra esto
y de dejar de quererte como ahora te quiero. 

Porque amar no es tan sencillo como besar y decir "te quiero",
y el desamor es una putada en cualquiera de sus contextos.  

Para amar no existe un plazo de inscripción, 
ni hay que cumplir unos requisitos previos.

El amor no tiene límites de actuación, no tiene fecha de caducidad, 
y tampoco cuenta con fianzas por si las cosas salen mal.
  
La mano que juegas sólo es lo importante si es la que te salvaría la vida 
y, a veces, somos tan imbéciles que nos jugamos más por quién menos nos daría. 

Pero no importa porque quien arriesga, ama, y ese siempre es el que gana.

Porque en el amor no merece la pena guardarse cartas bajo la manga, 
no compensa hacer trampas para ganarte un As de corazones 
que no vas a cuidar tras cada jugada.
 
Por eso lo que más duele no es perder la partida,
sino ser consciente de tu ludopatía.  

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