miércoles, 19 de agosto de 2015

Accidente de tráfico.

Hoy tampoco me estabas esperando a la salida del trabajo; 
supongo que debería de abandonar ya esta estúpida esperanza de que algún día volverás a estarlo.

De camino a casa he escrito tu nombre en todas las señales de 'stop' que me he encontrado, 
pero ya sabes que yo soy de ignorar el rojo de todos los semáforos
y que sólo le hago caso al que descansa sobre tus labios.

Que soy de querer con el cinturón desabrochado 
y los ojos del corazón bien tapados.  

Aún no sé como denominar a mi estado de desánimo,
pero suéltame la boca del estómago porque nos estás haciendo daño.

Que ya lo decía aquella señal de tráfico: 
'peligro que vienen curvas';
y tú con aquel abismo insalvable entre los labios. 

Te has vuelto el cartel de 'prohibido el paso' que hay en todos los accidentes de tráfico, 
y yo me he convertido en la niña de la curva que un día se accidentó contigo 
y nunca más se quitó su vestido lleno de sangre; el de los Domingos. 

Te prometo que no quise colisionar contigo, que no fui yo,
que lo que yo creía una invitación a besarte el ombligo era tan sólo un espejismo;

tu sonrisa llevaba puestas las largas 
y ya sabes que siempre me fallan los frenos 
cuando me miras con esa cara.

Nos hemos trasladado a la gran ciudad 
en la que tú eres el taxi que nunca para frente a la chica borracha 
para llevarla a su casa. 

No entiendes que no es su culpa, 
que se ha pasado toda la noche buscando tu boca entre botella y botella, 
y las ha besado todas, pero ninguna de ellas se ha convertido en princesa. 

Que ya no sé si tengo el corazón en obras o está pendiente de demolición; 
lo que sí sé es que te has desecho hogar y te has vuelto campo de concentración. 

Deja de mirarme así porque no me puedo concentrar
en mi idea de dinamitarte las rejas para poderme escapar. 

Vivo en una habitación llena de fotos tuyas
que dicen ser espejos de lo que late dentro de mi cuerpo.

Me he comprado un reloj nuevo 
y lo he roto para poder jugar con el tiempo.

Esta mañana volvía a ser dos meses atrás 
y he sonreído como una niña pequeña en la mañana de Navidad. 

No he abierto regalos bajo el árbol, 
pero por un segundo he creído oírte respirar. 

De repente me he despertado llena de tubos en una cama de hospital; 
anoche quise soñar contigo y al cruzar la calle de nuestros recuerdos sin mirar, 
me atropelló aquel beso que nos dimos con vistas al mar. 

He de admitir que en coma tampoco se está tan mal,
pero prefiero dormir contigo y llenar de puntos suspensivos nuestro final.

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