lunes, 4 de mayo de 2015

Le sonrío a la muerte todo lo que no me sonreíste en vida.

Últimamente me he dado cuenta de que le sonrío antes a la palabra cementerio que a la palabra hogar. Ahora que se parecen tanto es como que me la creo más.

Me he prohibido regalarme flores. De si me quieres o no me quieres poco me queda por saber. Permíteme que te diga que ya no me importa que deshojases a otra, ni que le llenases de flores la boca. Ya sólo aspiro a que me las envíes en forma de corona.

No tendré tanta suerte; por eso voy a cambiar la palabra defunción por estado de apatía crónico con los ojos cerrados, el corazón en modo avión y la mente puesta en negro intento fracaso de olvido. 

Voy a dormir hasta que me despierten las ganas de no estar contigo.

(Tal vez en otra huída).

Indúceme un coma; estoy harta de soñar con no necesitar soñar para poder dormir contigo. 
No sé qué cojones hacer conmigo.

Me tengo un asco que se retroalimenta con el aleteo de tus abejas. Ya no queda ni rastro de las mariposas. Todas y cada una de ellas se han suicidado con tu nombre por bandera. 

No es momento de declararme la guerra. Todos mis soldados han muerto a manos de tu ausencia. Y cómo masturba la muy hija de perra.

La odio tanto como hubiese querido quererte, pero no hubieses visto que te quería ni aunque te lo hubiese vomitado encima.

Ojalá hubieses sido capaz de admitir que la culpa no sólo fue mía.

No hay comentarios:

Publicar un comentario