[Inserte bala mortal aquí.]
No se permiten balas de fogueo,
ni segundos intentos.
Quiero un suicidio camuflado de
asesinato.
En tus manos.
Será una fiesta en la que en vez de
confeti utilizaremos pólvora,
en la que festejaremos todas esas
veces que dije morir por ti,
que te eché la culpa cuando era
propiedad mía.
La culpa, que no el cuerpo.
Que por mi culpa ya no era mío.
Te lo había cedido
y moriría siendo tuyo,
pero no por voluntad mía;
si no porque ya no era capaz
de recuperar el control del mismo.
Motivo de mi muerte: No me quiero tuya.
Quiero una muerte sin rodeos,
sin dejar víctima muerta y
vegetal
en un cuerpo aparentemente vivo.
No quiero supervivientes de esta
catástrofe que un día bauticé con el nombre de Amor. Ya bastante he sobrevivido
a tu recuerdo con el único deseo vivo de yacer en tus marcas de nacimiento.
Deseo para nada cuerdo, pero igual de involuntario que permanecer maniatada a
tus huesos.
Aún no entiendo por qué razón hice de
tu cuerpo mi patria, si tú nunca me quisiste conquistadora del mismo por mucho
que jugases por las noches con mi bandera blanca.
Quiero una muerte digna, ya que la
vida, contigo, no lo ha sido.
Me he desprendido de todo lo
importante para que tú te sintieras algo que no eras.
Imprescindible.
Yo era imprescindible para mí y, en
cambio, fue sin lo primero que me quedé.
Y vienes a hablarme tú de
supervivencia cuando has tenido más de lo que podías coger.
No me quiero libre,
no me quiero bonita;
no me quiero, ni me sé de ninguna
forma desde que soy tuya.
Y así es justo como no me quiero.
Así que mátame.
Haz algo bien por una vez en tu vida:
Dispárame y no finjas piedad.
No mientas a una moribunda.
No me mires con cara de no haberme
roto el corazón.
De no haberme dinamitado los cimientos
con premeditación.
No seas hipócrita, disfruta del
momento;
sonríe mientras aprietas el gatillo y
me disparas al corazón,
porque en el fondo, nos estoy haciendo
un favor.
Tú no me quieres,
y yo no recuerdo la vida,
o lo que quiera que sea esto,
si no es intentando que lo
hagas.
Si te apenas es sólo porque nadie va a
hacer por ti ni la mitad de lo que yo hice.
Sé justo, aunque eso es justamente lo
que no sabes ser.
Y déjame ir. Pero no me hagas volver.
Vuélame los sesos del mismo modo
y con la misma delicadeza
con la que me cortaste las alas
y me hiciste perder la cabeza.
Mátame bien muerta,
y déjame ahí.
No llames al 112,
no escuches a tu conciencia,
- si es que tienes -
porque mi única emergencia
es alejarme para siempre de ti.
Aunque eso conlleve desprenderme
también de mí.
No te guardaré rencor si al menos esto
lo haces bien,
y si, para variar, limpias nuestros
destrozos.
Abandóname a la suerte de mi cadáver,
seguro que muerta tendré mejor suerte
que viva.
Por mi parte no te voy a desear
nada
que no te haya deseado en vida.
Ni tan siquiera...
Y mucho menos, la vida.
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