domingo, 27 de abril de 2014

Por amor a la cobardía.

Hoy no me siento valiente.

No soy valiente para mirarte a la cara
y confesarte que me gustas.

No soy valiente ni siquiera para mirarte a la cara.

No soy valiente para articular mi nombre 
sin que el tuyo me tiemble en la boca.

No soy valiente y me comen las ganas de gritar tu nombre,
de hacértelo resonar dentro del pecho,
y que sientas tan tuyo ese grito, 
como tuya me siento dentro del mío.

No soy valiente para decirte que tu espalda
me provoca más vértigo que cualquier abismo.

No soy valiente para hablar de tu espalda 
sin tener ganas de lanzarme al vacío.

No soy valiente para revelarte que son tus manos,
que prefiero morir en tus manos
que (no) vivir en las de otro ser humano.

No soy valiente porque he nacido cobarde,
y soy tan cobarde que no encuentro 
la manera de explicarte lo que siento
sin obligarte a leerme entre líneas.

No soy valiente, pero ¿qué cojones? 
La cobardía me sienta muy bien desde que la sufro contigo.

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