viernes, 11 de abril de 2014

Arder en el infierno es mejor que cualquier cielo contigo.

Me has querido de verdad,
y eso es lo que te jode.
No poder mentirte
como le mientes al resto.

Te deseo lo mejor 
que se le puede desear
a alguien como tú:
Vivir de mi recuerdo.

Ojalá estés con ella 
y no te atrevas a hablarle de mi
por miedo a que nuestros recuerdos 
se te escapen por la boca 
y los haga suyos otra persona.

Que, a diferencia de ti,
los cuide, nos cuide.
Y me cuide.

Ojalá pienses en mí
cuando estés con ella
cuando estés sin ella,
y cuando estés sin ti.

Porque acabarás quedándote sin ti
en uno de tus intentos por vaciar al resto.

Ojalá estés con ella
y te sepas mas mía sin mi, 
que tuya contigo.

E intentes saborear su piel como si fuese la mía,
como quien intenta convertir el agua en vino,
porque no entiende que los milagros no existen.

Y que aquellos que existen 
no dan oportunidades a quien no se las merece.

Ojalá estés con ella
y te sientas más nuestra
que vuestra.

Cuando sientas que el nosotras se ha roto
y enloquezcas con el tacto de cada cicatriz,
intentando arrancarte todos los puntos de sutura
para poder encontrarme dentro de ti.

Meterás el dedo en la yaga 
sólo para sentirme,
sólo para sentir algo,
aunque sea dolor.

Creyendo así poder acariciarme,
pero no.

Porque yo no voy a estar bajo tu piel
y la herida te va a escocer.

Yo no me voy a hacer cargo de los daños colaterales
provocados al rociarte con alcohol e incendiarte,
porque primero me quemaste tú,
pero nunca lo suficiente como para extinguirme.

Así que atente a las consecuencias
y arde, amor, arde.

Que el infierno ya ardía antes de que llegases tú,
y ojalá ni allí te den cobijo.

Porque eres veneno
y para el veneno nunca hay sitio. 

Porque me quisiste de verdad,
pero a tu manera,
como tú (no) sabes.

Porque aunque sea tu verdad,
y tenga que respetarla,
no comparto la idea de pensar
que tus palabras guardaban algún tipo de veracidad.
Para mí ya nada de lo que dijiste era verdad.

Aún así no voy a dudar de tus sentimientos,
yo cojo la pistola, apunto y no dudo en dispararte a la izquierda.

Porque sé que no te mataré.
Sé que ahí no hay corazón.
Y sé que por muy dura que pongas la coraza,
debajo no hay nada que merezca la pena atacar.

Es de cobardes ir a por el más débil,
y yo no voy a molestarme en quemar algo que para mí ya es ceniza.

Porque sé que serás tú la culpable de tu muerte,
porque sé que sabes que fuiste la culpable de mi partida.

Porque intentaste jugar haciéndome trampas 
y, jugada tras jugada, fui acercándome a la casilla de salida.

Y me fui por la puerta grande,
sin necesidad de despedidas.

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